viernes, 28 de abril de 2017

SIN AMBICIÓN

"Empieza de una vez a ser quien eres,
en vez de calcular quién serás".

Frank Kafka

Una de las cualidades que adornan al ser humano es la ambición. Ambición por ser..., por conseguir..., por llegar a... 
La ambición puede ayudar a superarnos, a ser mejores. Esto ocurre cuando se establece una pugna entre nuestro actual estado y una meta que nos proponemos, buscando, en exclusiva, mejorar nosotros y/o llevar a cabo algo que nos afecta de manera personal. Tal vez, el ejemplo de esa asignatura que se nos atragantó en algún momento de nuestra vida y que con esfuerzo conseguimos superar suponga el mejor ejemplo. Esta definición se corresponde con la segunda acepción que aparece en el Diccionario de la RAE. Por tanto, no suele tener repercusiones en los demás.
Sin embargo, existe otra definición para esta palabra que conlleva interacción social y, lo más determinante, un cambio en el estatus de la persona, a costa de lo que sea o de quien sea. Esta definición se puede identificar con lo que conocemos como ascenso social y se suele caracterizar por la falta de escrúpulos a la hora de conseguir los objetivos prefijados, que, en muchos casos, se van ampliando en función de la consecución de uno objetivos primarios. Esta característica, en muchos casos, define la ambición; nunca es suficiente.
Imagino que todos tenemos nuestro pequeño, o gran, plus de ambición. Yo reconozco que lo tuve, pero, cuando vi lo que suponía, decidí que ser una persona anónima, centrada en mí misma, resultaba bastante más gratificante que perseguir metas, grandes o pequeñas, que nunca se alcanzan, pues se van ampliando a medida que se consiguen las primigéneas. En otras palabras: mis ambiciones actuales se reducen a mejorar en ciertos aspectos de mi vida, para mí o, a lo sumo, para la gente que me importa mucho. 
Sí, según el modelo imperante se me puede calificar como conformista o fracasado. Me da igual. De hecho el modelo imperante me la trae al pairo, así como los que necesitan un modelo para saber dónde y cómo deben estar.
Existen, por supuesto, otras personas que sí necesitan ver satisfechas sus ansias de conseguir riquezas, poder o fama. Esta necesidad también se encuentra graduada en función de las necesidades de cada uno. Unos se conforman con llegar a dirigir un grupo de gente que se organiza, por ejemplo, para hacer senderismo y otros aspiran a ocupar la presidencia de su país. En la ambición también existen escalas, como se puede comprobar. 
La ambición suele generar encontronazos con otras personas que, o bien no se quieren dejar pisotear o bien poseen la misma, o mayor ambición que la persona que procura obtener poder y/o riquezas. Como ilustración de lo mismo podemos utilizar la lucha de ambiciones personales existente en el PSOE por alcanzar la Secretaría General. Nadie propone nada que no sea alcanzar el poder para él y para los suyos. 
Con sinceridad, lo que más me preocupa del asunto es la perspectiva de las personas que alcanzan su cuota de ambición. No resulta infrecuente observar como esas personas, que,  a veces, sólo ostentan un pequeño cargo provisional, se distancian de la realidad y se alzan, lo pretenden hacerlo, sobre el común de los mortales, otorgándose una superioridad moral e intelectual que resulta sorprendente. Parece que la consecución de una dignidad, cargo, honor, o lo que fuere, conlleva una mejora automática en las capacidades éticas y cognitivas. Una mejora que parece izar, de manera misteriosa, a las personas en cuestión uno o dos escalones por encima de la plebe, que hasta ese momento eran sus compañeros, amigos...
Confieso que ese tipo de personas me producen repulsión y recelo, porque las considero peligrosas. Quienes se olvidan de donde proceden, creyéndose ungidos por el destino para solucionar los problemas habidos y por haber, me parecen capaces de cualquier cosa, con tal de conservar aquello que les "distingue" de los demás.
En el fondo, la ambición por conseguir poder o cualquier otra cuestión se basa en anteponer lo propio a los demás, siendo el límite de hasta que punto se obvian los derechos de los otros lo que define el grado de inmoralidad de la persona ambiciosa. El yo frente a los demás. Así de simple. Lo demás, intentar explicar si la ambición es falta o no de autoestima, la carencia de afectos, o no... de estas personas, sólo es teorizar sobre algo que, intuyo, en cada caso tendrá una etiología tan diversa como lo somos las personas.
Un saludo.

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