lunes, 24 de abril de 2017

VIDA EJEMPLAR.

Una de las cosas más bonitas de este mundo reulta ser seguir las indicaciones de los que saben como hacer de tu vida algo saludable y más llevadera. Yo, una vez al mes, me asesoro sobre aquello que contribuye, según los diferentes estudios, a que mi existencia se convierta en un remanso de salud y bienestar. Suelo obviar aquellas cosas que me parecen estrambóticas, como hacer meditación budista sobre un colchón de clavos o recorrer una vez por semana el Ikea más cercano, para imbuirse en el espíritu zen del laberinto.
Hechas estas aclaraciones, voy a contar, de manera gratuita y desinteresada, todo aquello que pongo en práctica para conseguir este apolíneo cuerpo y esta privilegiada mente que me adorna, a pesar de la opinión de una gran mayoría de las mujeres, que son de opinión bien distinta.
Me despierto pronto, rayando el amanecer, para poder disfrutar del día plenamente, como dejó escrito Einstein en una de sus muchísimas frases célebres que tanto se pueden leer en Facebook. El tío era un un genio, además de tener tiempo para pensar tanta frase acertada, se dedicó a la Física (y debió ser de los buenos).
A continuación me ducho, con agua fría, pues he leído hace tiempo en una revista, "La paloma. el Señor  y el pecado", que el agua fría ahuyenta los malos pensamientos y predispone al trabajo. Yo añadiría que aquí donde vivo, el Pirineo, en invierno la ducha fría puede llegar a ahuyentar las ganas de ducharse.
Para desayunar sigo las indicaciones de los diversos nutricionistas: leche, cereales, fruta, proteinas en forma de queso fresco, huevos o similar, café, para activar el cuerpo y todo aquello que vayan descubriendo los estudiosos del asunto alimentario. Tras la media hora que tardo en preparar el desayuno y los tres cuartos de hora que me ocupa dar cuenta de él me dispongo a lavarme los dientes. Los tres últimos meses utilizo para tal menester una pasta específica con un componente extraído de un árbol que se encuentra en la selva de Papúa Nueva Guinea: el coñocoño, que estabiliza la función embelesante del esmalte, proporcionando una comodidad durante el día como nunca había sentido, atrayendo, de paso, a toda mujer que dedique más de tres minutos a mirar tu sonrisa (funciona también en sentido contrario: al menos eso dice la publicidad),
Una vez finalizada mi higiene personal procedo a realizar mi tabla de ejercicios. Desde hace mes sigo una que facilita el mayor desarrollo del músculo deltoides, encargado según el doctor que propone esta tabla, del equilibrio correcto corporal, además de otras muchas cosas como mejorar la fecundidad en hombres y mujeres, prolongar la vida diez o doce años, facilitar que la declaración de Hacienda salga a devolver...
Los ejercicios duran cinco minutos, y no da tiempo ni a sudar, por lo que decidí hacerlos justo antes de vestirme. La verdad, tras los estiramientos me siento como nuevo. Mientras me visto me como cinco nueces, como recomienda un conocido cocinero español. Cinco nueces al día, el secreto empezar el día con energía. No cabe duda, las nueces resultan el complemento ideal para el café, la leche, la fruta, los cereales... Desde que comencé a ingerir las nueces he notado que la mañana se afronta con mayor facilidad. 
Casi se me olvida: antes de salir a la calle alimentar el espíritu resulta trascendental. El lector podría pensar que hasta el momento sólo he dedicado la mañana al cuerpo y el placer y, aunque no es así (todo lo realizado hasta ahora se hace para buscar el equilibrio con el Universo), la meditación también se necesita, para abrir el día de manera apropiada y justa. Hace poco he descubierto las técnicas del doctor chino Chi Cho, que ayudan a abrir los chakras, sin necesidad de Tres en uno,, siguiendo los conociendo milenarios que unos extraterrestres, de las afueras de Marte, transmitieron a sus ancestros, moradores de una remota región china, famosa por su longevidad y por su fiesta de los toros: los Chan Fer Ming.
Ajustar el alma y el cuerpo sólo me lleva treinta minutos y contribuye a que, cuando salgo de casa tras todo lo anteriormente contado, me encuentre predispuesto a abordar la jornada con la energía y disposición necesaria. 
En efecto, a las once y cuarto, cuando ya he concluido con todo lo descrito con anterioridad, me dispongo a seguir con mi búsqueda de trabajo, que hasta el momento resulta infructuosa. Por fortuna seguir una vida ordenada me impide desesperar en mi empeño y ante los reveses de la vida sigo perseverando.
A media mañana, a eso de las doce, tomo una pieza de fruta, por lo general obvio el melón y la sandía para no demorarme en exceso en esta labor. Hecho lo cual entro en alguna cafetería para ingerir una infusión, que según defienden multitud de expertos nutricionistas ayuda a realizar la digestión. Aprovecho para seguir los consejos que tantas veces se escucha en los medios de comunicación y leo la prensa, para comprender mejor mi entorno, tanto el inmediato como el lejano. Procedo a ojear varios medios, lo que facilita tener una imagen más amplia y ajustada de la realidad; pudiendo sacar así mis propias conclusiones, como invitan a hacer los expertos en prensa.
Reconozco que, de manera casi imperceptible, llega la hora de comer. Mover el bigote en exceso resulta contraproducente, cosa sabida es, por lo que, siguiendo la dieta mediterránea, tan defendida por unos y otros, procedo a una ingesta frugal: un primer plato a base de legumbre, verdura o pasta y carne o pescado, siempre a la plancha, de segundo. Una de las cinco porciones de fruta o verdura recomendadas suele ocupar el postre, aunque, a veces, siguiendo a los expertos ecologistas, que defienden no tirar nada, debo dar cuenta de algún trozo de tarta o bollería, que andan por casa, sin saber muy bien cómo han llegado hasta allí. Por supuesto, y como parte de la dieta mediterránea, los dos vasitos de vino caen, pues es bien sabido su poder antioxidante y la necesidad que nuestro cuerpo tiene de no oxidarse, para vivir más.
Acto seguido, tras lavarme los dientes con extracto de coñocoño, sigo las indicaciones de los médicos, que defienden la necesidad de una siesta corta. Lo reconozco, en general no sigo las indicaciones de la medicina occidental, pero en el caso de la siesta su utilidad y beneficio se ha contrastado generación tras generación.
Por supuesto, una vez despierto sigo en mi labor incansable de búsqueda de trabajo. Frente al ordenador analizo las ofertas que más se ajustan a mi perfil, enviando el correspondiente currículum cuando así sucede.
No por sabido debemos obviar que permanecer mucho tiempo frente a la pantalla del ordenador resulta perjudicial para la salud, por lo que tras un rato prudencial, entre un cuarto y media hora, depende del día, procedo a practicar otra de esas rutinas, tan buenas y recomendables, para la salud: caminar. En torno a las cinco y media, seis, me enfundo en ropa cómoda y me apresto a caminar un buen rato, como indican todo tipo de profesionales del bienestar.
Reconozco que ciertos días, debido a las condiciones climáticas, me resulta harto complicado ponerme en marcha. La lluvia, el excesivo frío de invierno de Pirineos, la nieve... contribuyen a que no pueda poner en práctica mis habilidades pedestres. Esos días, aproximadamente la mitad, los ocupo intentando convencer a mi grupo de amigos, sedentarios todos ellos, de los beneficios de la marcha. No dudo en acudir al bar donde se reúnen para aleccionarles sobre la beatitud de la vida al aire libre y la práctica deportiva. Llevo bastante tiempo intentando que cambien de opinión sobre el asunto, pero, bien sea por mi falta de claridad argumental, bien por lo inteligible que se vuelve mi dicción tras las séptima cerveza, no consigo acercarlos al buen camino. Pero yo sigo en ello y, en bastantes ocasiones, abandono mi recién iniciada marcha diaria vespertirna para, haciendo un esfuerzo, entrar en el bar en el que se encuentran y utilizando toda mi paciencia, mis dotes oratorias y la capacidad de mis riñones, buscar atraerlos a la orilla correcta.
También me gustaría decir que, los días que camino, no olvido que debemos comer cinco veces al día, y tras un ratito de marcha, veinte minutos a lo sumo, me siento y degusto una fruta, una bebida isotónica, un pequeño bocadillo de jamón o chorizo, etc. que me permita realizar con éxito el viaje de vuelta.
Tras todo este despliegue procedo a una segunda ducha diaria, purificadora y reparadora, sobre todo los días que dedico mi tiempo de la tarde a intentar convencer a mis amistades de la bondad de andar, como enseña el antiguo libro tradicional de la mitología malaya, el Lim Pio Mejor. De sobra conocido por todos, por lo que no profundizaré en sus enseñanzas.
Siguiendo los dictámenes de los últimos estudios sobre el asunto, procedo a realizar una cena frugal, que me permita un sueño reparador. Un pequeño refrigerio, acompañado de sus dos vasos de vino, en la cena no se debe obviar la capacidad reparadora de esta bebida, forman el argumento fundamental de esta comida. Existen estudios recientes que demuestran que la toma de hidratos de carbono por la noche facilitan levantarse más activo, por lo que suelo concluir la cena degustando un trozo de tarta, casera eso sí, un dulce o un trozo de chocolate, a ser posible con mucho cacao (como enseña la religión azteca ancestral) para poder amanecer con ganas y capacidad de abordar la ingente labor diaria que he relatado.
Por supuesto, siguiendo los dictados de los intelectuales, procedo a leer un rato antes de dormir. Como, por desgracia, durante la mañana no me ha dado tiempo a leer toda la prensa, tengo que hacer un esfuerzo nocturno y dedicar parte de mi tiempo de sueño a echar un vistazo a lo que no he tenido ocasión de revisar durante mi dura jornada. A saber: As, Marca, Diario Deportivo y Sport.
Una vez concluida mi lectura, y ya suficientemente informado, procedo a realizar una actividad de relajación: Meditación alquímica según el método ancestral de la tribu Jodejode. El método consiste en controlar la respiración para llegar a un estado profundo de sueño, que permita reparar todo el desgaste del día. Reconozco que domino la técnica sobremanera, pues en un par de minutos, aunque yo no lo note, mi respiración se vuelve más lenta, emitiendo un sonido fuerte, ronco y grave, que parece resultar desagradable a mi familia y vecinos. Sin embargo, a mi la técnica me funciona y me ayuda a encauzar el estrés diario que me genera una actividad tan intensa y agotadora.
Espero que estos hábitos saludables que he expuesto puedan contribuir a mejorar su vida. A mí me funcionan y he pasado los cuarenta hace ya un tiempo. Mi vida es un remanso de paz y bienestar, en la que el estrés no se encuentra por ningún lado.

No hay comentarios: