lunes, 1 de mayo de 2017

DIARIO DE UN MAESTRO GRUÑÓN (1-5-2017)

Se acerca el final de otro curso, el enésimo, y, como en los últimos años la sensación de que este período ha discurrido deprisa, tal vez demasiado, vuelve a invadirme. Esta sensación de celeridad no implica no haber realizado el trabajo pertinente, ni mucho menos. Tal vez, sólo sea eso, una sensación, asociada al paso de la edad y a la certidumbre de que, a priori, no van a existir grandes sobresaltos.
Durante estos años he dado clase a muchos chavales. Con el paso del tiempo vas encontrándote con ellos (a veces ellos te ven a ti, porque han cambiado mucho y sigo siendo el mismo despistado de siempre) y sientes que se alegran de verte (tal vez porque ya no les volverás a dar nunca clase). Siempre les suelo preguntar a qué se dedican en ese momento y la respuesta suele resultar satisfactoria. Suele resultar satisfactoria porque, por la tipología de alumnado con el que trato, sus expectativas no eran conseguir una titulación universitaria. Más bien al contrario. Debido a sus necesidades educativas y/o su procedencia sociocultural o étnica el hecho de que tengan un trabajo, en algunos casos tras superar un módulo de Formación Profesional, resulta muy satisfactorio. No me voy a apuntar tantos sobre lo que yo he hecho, o he dejado de hacer con ellos, porque ningún docente sabe con exactitud lo que ha influido su labor sobre un alumno. Me conformo con que me saluden; con saber que tienen una vida con la que se sienten más o menos bien, porque han encontrado su hueco afectivo y/o emocional en esta vida.
Tal vez el éxito del docente consista en que sus antiguos alumnos le quieran contar que la vida les va bien.
Hablando de éxito, las cifras de abandono escolar han descendido a cotas bastante más parecidas a la media europea. Se trata de un tema complejo en el que influyen factores como la crisis económica (los chavales con 16 ó 17 años ya no ganan 1.200 ó 1.400 euros en la construcción) y algún otro que, no tiene nada que ver con las continuas reformas educativas. Querido diario, dejaremos el asunto para otro día, cuando ya me haya formado una opinión fundamentada. Sea como fuere, se trata de una gran noticia.
Sin embargo, me apetece mucho aborda un asunto sobre el que llevo tiempo dando vueltas: la ambición y, por mi profesión,  resulta evidente que no puedo evitar asociarlo a la labor directiva de ciertos equipos,; no de todos, eso me gustaría dejarlo claro. Como la mayoría de docentes, he conocido equipos directivos competentes, incompetentes y, la mayoría, buenos en unas cosas y malos en otras. He conocido equipos directivos, en especial directores, que se aferraban al sillón con uñas y dientes y otros que estaban por obligación o por sentir que debían cumplir un cometido durante un tiempo determinado. He conocido miembros de equipos directivos que no se olvidan de que son docentes y otros que parecen levitar por encima de el bien o el mal. En definitiva: una muestra representativa de lo que hay en cualquier claustro.
Sea como fuere, y sabiendo que lo que defiendo desde hace tiempo va a seguir siendo imperfecto, creo en la necesidad de la existencia de un cuerpo de directores, tanto de Educación Primaria como de Secundaria, profesional. Un cuerpo de funcionarios, al menos en lo que respecta a la enseñanza pública, con una preparación y ocupación específica: dirigir un centro. Un cuerpo de directores que fuesen  rotando, a lo sumo, cada ocho por los centros y que ejerza su labor en el centro como mínimo cuatro años (para tener una continuidad en su proyecto). Estos directores estarían acompañados por un jefe de estudios, que debería ser un docente del centro (el conocimiento del mismo, facilitaría la labor, en un inicio seguro, del director) y un secretario, que sería un funcionario externo al centro y que podía, y debería, encargarse de la gestión de varios a la vez. El director, como cualquier otro funcionario, adquiriría la plaza tras  un concurso de traslados. En todos los centros existiría un consejo escolar, que sería el máximo órgano colegiado de gobierno, debiendo el equipo directivo cumplir, y hacer cumplir, los acuerdos de dicho estamento. Por supuesto el consejo estaría formado por miembros de toda la comunidad educativa y tendría un labor supervisora y fiscalizadora de la labor del equipo directivo. La idea de que los directores sólo permanezcan ocho años en el cargo busca que desaparezca, por un lado, la perpetuación en el cargo, con todos los problemas que conlleva. Se debe contemplar que los directores, al cambiar de centro, tengan prioridad a la hora de permanecer en la zona geográfica que deseen, facilitando así la vida familiar.
Se trata de que la preparación previa sustituya a la buena disposición o a la simple ambición. Seguirán existiendo problemas, seguro que sí; pero una profesionalización de los cargos facilitará mucho el trabajo de todos y, en determinados centros, hará disminuir las rencillas, y algo más que rencillas, por el poder.
Me pregunto cuánto tiempo hace falta para convencer a un chaval de que no es capaz de aprender y que se acomode con el papel que, algunos docentes, le asignan. Me horripilan los juicios previos sobre la capacidad de aprendizaje de los niños y me horripilan, aún más, las personas que los emiten en función de su osada estulticia. Aventurar lo que alguien puede o no puede hacer, sin más pruebas que la capacidad de prejuzgar y utilizando el Efecto Pigmalión para que la profecía se cumpla, dice mucho (o bien poco) de quien hace eso dedicándose a la docencia. A veces me preguntan hasta donde va a llegar un chaval con necesidades educativas y siempre respondo lo mismo: "No tengo ni idea. Sólo me preocupa lo siguiente que tiene que aprender y cómo hacerlo". Si tuviese esa capacidad adivinatoria hace tiempo la hubiese dedicado a forrarme acertando distintas combinaciones de los Euromillones, pero de manera honesta, no como aquel político castellonense.
Querido diario, parece que me estoy desviando del asunto y no es cuestión de rellenar líneas por rellenar, por lo que aquí concluyo, por hoy, esta sarta de ideas sueltas y, por lo general, absurdas.

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