jueves, 4 de mayo de 2017

DISTORSIONES

Sorprende escuchar como en los medios se acogen las palabras de este Papa, y las de los anteriores, como un referente moral necesario para arreglar los diferentes entuertos que ocurren en el mundo. Sorprende, no tanto porque no tenga razón en muchos casos, como por osar pontificar con una notoria superioridad moral, cuando siguen existiendo en el estado que el gobierna una serie de cuestiones con vínculos muy oscuros; siendo estos poderes los que motivaron la renuncia de su cargo al antecesor del argentino que pastorea a los católicos. 


Una de las características de los neoliberales (paleoliberales) es su capacidad para olvidar las atrocidades cometidas en nombre de la libertad y el comercio, señalando, en exclusiva, las perpetradas por dictadores, que se autodenominaban comunistas. Algún día alguien recordará a toda esa panda de paleoliberales que el colonialismo consistía en comerciar con personas y bienes, a mayor gloria del capitalismo. Parece honesto pensar que genocidas como Leopoldo II (se estima que murieron por su avaricia diez millones de personas en el Congo Belga, siendo mutiladas otros cinco millones) sólo son la parte más escandalosa de un sistema colonial capitalista, al que poco le importaban las vidas humanas de los habitantes de los lugares conquistados, como se puede observar en documentos desclasificados,  donde se relata la visión de alguien como Churchill. No olvidemos que la esclavitud era una parte sustancial del capitalismo, que parecía privar a otros de la libertad que sí tenían los traficantes de personas.


Leer sirve para adquirir nuevos conocimientos, imaginar nuevos mundos, abrir la imaginación; pero también sirve para que otras personas se acerquen, y acaben profesando, doctrinas reaccionarias, cuando no fascistas, a indagar en autores que defienden genocidios, superioridad de razas, ideas, credos, etc. Leer no resulta bueno ni malo per se. Lo importante, como en otras cuestiones similares, es la persona que realiza el acto. Un libro no debe ser bueno por el mero hecho de ser un libro (Mein Kampf resulta un magnífico ejemplo) y leer, por el mero acto de leer, no enriquece a las personas, ni mucho menos cambia al común de los mortales. La lectura se puede definir como un acto lúdico, que puede llevar aparejado conocimiento y que, en algún caso, puede contribuir al cambio de actitudes (cosa harto rara). La lectura no va a cambiar el mundo, entre otras cosas porque cada cual lee lo que desea y las ideas que transmiten libros diferentes pueden diverger, cuanto no resultar antagónicas. Aunque tengo la intuición de que algunos de los que defienden la bondad de la lectura no verían mal la existencia de una especie de Policía del Pensamiento Único, el suyo, por supuesto.


Alguien me comentado en los últimos tiempos que si Franco levantase cabeza a los que pensamos como yo nos iba a ir muy mal. No hace falta que el genocida levante la cabeza (cosa que no resulta aconsejable, pues se iba a dar una hostia considerable con la losa que cubre su tumba), basta con que un tipo sin escrúpulos llegue al poder para que gente como la persona que me dice, medio en broma, medio en serio, lo del dictador, se encargue de matar y/o encarcelar a gente que piensa diferente a ellos o de señalarlos con el dedo, para que otros hagan el trabajo sucio. Personas de de uno y otro bando que no necesitan resurrecciones. Lo único que les hace falta es una excusa para mostrar su faz más siniestra.


Breve resumen sobre la historia de las religiones: aparece una religión, que dice ser la única y la mejor, se asocia al poder político después de un tiempo (si no se asocia al poder acaba desapareciendo), justificando la organización política existente. Aparece un aparato burocrático sacerdotal, que necesita parte de los recursos de los creyentes para sostenerse. Se eliminan al resto de religiones que pueden suponer una competencia.


Comienzo a pensar que a una parte de la progresía, que no la izquierda real, le viene bien el franquismo, pues tienen un tema sobre el que no se deben tomar grandes decisiones y evitan otros temas sobre los que se debe actuar y pueden causar más problemas. Hablar de un dictador muerto y de sus secuaces, ancianos o fallecidos, resulta más fácil que poner manos a la obra para redistribuir la riqueza, poniendo límites reales al capitalismo salvaje. Hablemos de una guerra de hace ochenta años, hablemos de militares genocidas muertos y, mientras, dejemos a las élites económicas, las mismas que campaban a sus anchas en el franquismo, actuar con total impunidad.


Me encantan las redes sociales, porque demuestran cuán poco se necesita para manipular a la gente. Un titular resulta suficiente para enardecer a quien desea defender o atacar a quien sea menester. ¿Para que profundizar? Y, puestos a hablar de redes sociales, ya sabes, da un like si te gusta esta entrada.

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