viernes, 12 de mayo de 2017

NO EXISTE EL MAL MENOR

"El pacifismo y la prédica abstracta de la paz,
son una forma de embaucar a la clase obrera
para que no se rebele contra su opresor".

Vladimir Ilich Ulianov, Lenin
La finalidad de esta entrada va a ser exponer una idea, que no he conseguido fundamentar, sobre todo en el aspecto ético, y que c,onsidero, sin saber muy bien por qué, algo acertado. No tengo porque estar en posesión de la verdad (casi seguro que no), pero, al menos, presento una opción distinta y, casi seguro, muy polémica.
No perderé más tiempo con la introducción y paso a desarrollar lo que quiero que el lector conozca y sobre lo que, si lo desea, puede pensar, casi seguro que para descalificarlo.
La Historia sirve para aprender, no para criticarla, y, en la medida de los posible, para no intentar cometer los mismos errores. En este sentido, los Acuerdos de Munich constituyen uno de los sucesos históricos (de los que yo conozco) de los que más enseñanzas podemos extraer. 
Aunque supongo al lector al cabo de la calle, recordaré que estos acuerdos, firmados entre la Alemania nazi, Gran Bretaña, Francia e Italia  en 1938, permitían a Hitler anexionarse una parte de Checoslovaquia, los Sudetes, sin contar con la opinión del país que iba a perder su territorio y que, a la postre, sería conquistado por completo seis meses después.
Estos acuerdos, que sirvieron para realzar la figura de Mussolini como un gran pacificador, tenían como finalidad apaciguar al monstruo nazi y evitar la guerra, que estalló un año después, como es bien sabido. Los artífices reales de ese pacto fueron Chamberlain, primer ministro británicos, y Dadalier, presidente del Gobierno francés (ambos partidarios de la no intervención en la Guerra Civil española en defensa del gobierno legítimo) y digo reales porque se supone que ellos debían ser los defensores de los derechos de unos y otros, pero cedieron ante el monstruo, para evitar males mayores o, al menos, así lo creyeron en ese momento. La famosa teoría del mal menor.
Algo parecido ocurre en nuestros días con la situación política en diversos países, y no parece que hayamos aprendido mucho del asunto.
Para ilustrar lo que pretendo exponer voy a utilizar el comentario de un contertulio, profesor de Historia Contemporánea, que escuché la semana pasada. El ínclito fulano, que un rato después defendió algo que no cuadraba con su planteamiento inicial, vino a decir que Marine le Pen representa la exclusión de una parte de la población, lo que es verdad, y que su alternativa política en las elecciones de Francia, no presenta ese problema de exclusión de una parte de la sociedad. ¡¡FALSO!! Falso porque la pobreza supone una forma de exclusión salvaje, ruín y odiosa. Falso porque, por mucho que se justifique, el enriquecimiento de unos pocos, a costa del empobrecimiento de muchos sólo se puede denominar como exclusión, discriminación o cualquier otro sinónimo que se quiera usar. Falso, porque el empobrecimiento generado por las políticas neoliberales son el germen de toda la bazofia ultranacionalistas que se ha enseñoreado de buena parte de los países de nuestro entorno. En fin, falso, porque, por mucho que se quiera justificar, lo uno, con sus leyes represoras (véase la Ley Mordaza en España) para justificar el saqueo de unos pocos, no difiere tanto como parece de lo otro, por mucho que los medios de comunicación afines nos vendan que lo otro resulta mucho peor.
Entonces... ¿qué hacer ante dilemas como votar a Macron, "el mal menor" o no votar, pudiendo favorecer a la ultraderecha?
Reconozco que no tengo una respuesta fundamentada y totalmente justificada, pero sí una convicción: considero que apostar por personajes como Macron, el menor de los males, supone apoyar la exclusión, la pobreza y, de paso, seguir fomentado el auge de la ultraderecha. Basta pensar que el padre de la candidata del Frente Nacional, en su mejor momento político, alcanzó la mitad de votos que su hija y que este incremento no se debe a una campaña maquiavélica, ideada por una mente retorcida y brillante del FN, sino por las consecuencias de lo hecho por los Hollande, Macron y demás gente neoliberal. Ellos han ayudado a convencer a mucha gente de que no existe otra respuesta. Recordemos que Hollande apareció como un tipo que iba a plantar cara a las políticas de Merkel y, en un breve espacio de tiempo, cambió sus planteamientos iniciales para amoldarse a las demandas del gobierno germano y de los dictados de los burócratas de la Unión Europea.
Creo que antes de continuar merece la pena leer esta entrevista.

http://ctxt.es/es/20170503/Politica/12482/Entrevista-Francia-elecciones-Christophe-Guilluy-Le-Pen-Macron.htm

Tras leer esto, y siendo posible que me arrepienta en no mucho tiempo de lo que voy a defender a continuación, pero considero que resulta preferible no apoyar a gente como Macron. Resulta preferible no seguir siendo pusilánimes, apoyando al candidato del mal menor. Se debe plantar cara a los unos y a los otros, pues ninguna opción es buena, pues ambas defienden los derechos de unos pocos.
Tal vez, ello se deba a que creo que en Francia, Austria, Holanda y algún otro país, al final no van a quebrar el sistema turnista, que se denomina democracia, como hicieron los fascistas italianos o los  nazis en su época. Creo que, por ejemplo, entre el Frente Nacional francés y, por ejemplo, Amanecer Dorado o Hogar Social existe un salto cualitativo grande, aunque puedo estar equivocado.  Mi idea, como ya he dicho sin base alguna, es que en el fondo, la ultraderecha no va a cambiar sobremanera el sistema. Unas pocas medidas cosméticas, para disimular, pero el neoliberalismo seguirá imperando y empobreciendo a los ciudadanos. El problema de la exclusión social y del racismo parece importar mucho ahora a cierta gente, a los que no parecía importar cuando los suburbios de París, por ejemplo, eran, y son, lugares donde los ciudadanos de origen extranjero, una buena parte de ellos magrebíes,  vivían, y viven, en un ambiente marginal, con altos índices de paro, pobreza, delincuencia... Pero eso no lo cuentan.
Por supuesto, las recetas mágicas no existen, pero las que se basan en el modelo actual han mostrado su ineficacia y, esto resulta muy importante, ni le Pen ni ningún partido de ultraderecha, propone cambiar el modelo; sólo pretenden dar una mano de pintura; pero el óxido de la chapa no pretenden tocarlo. Esto conllevará que se estrellarán, por mucho que, como hacen todos los políticos, intenten disimular sus acciones. Y es ahí, antes también, donde debe existir una alternativa real a la miseria moral e intelectual de unos y otros.
No se trata, en ningún caso, de facilitar el acceso al poder de la ultraderecha, al contrario, la idea es alejar a los fanáticos, con ideas, en la calle y, sobre todo, con hechos. Huyendo de palabras huecas, muy típicas de los actuales partidos socialdemócratas, de ponerse de perfil ante los problemas, en especial cuando no se tiene el poder, y de buscar en parches o en pequeños rifirrafes dialécticos la diferencia. Y todo esto se hace cada día, incluido el día de la segunda vuelta electoral.
A nadie le gustaría que el médico le dijese: tiene un tumor en la pierna. Se la extirparemos y así le desaparecerá. Es muy posible que se le curase con otras medidas menos agresivas, pero del mal el menos. Pues en Política nos hemos acostumbrado a actuar así, resulta obvio que los medios de comunicación tienen un papel importante en este conformismo, lanzando una y otra vez el mismo mensaje, que sólo favorece a los dueños de dichos medios, que son la cúspide del actual sistema.
Creo que la respuesta es: del mal, nada de nada y muchos menos si ese mal sólo nos afecta a los de siempre: a los ciudadanos de a pie.
Me gustaría recordar que durante el período nazi las grandes empresas alemanas aumentaron sus ganancias de manera exponencial, entre otras cosas gracias a la esclavitud a la que fueron sometidas muchas personas. Este recordatorio pude servir para pensar que la ultraderecha, o el fascismo, no tiene consideración alguna por las personas, pero también nos puede llevar a concluir que el gran capital, el de la Europa de los mercaderes y del neoliberalismo, va a vivir bien con un sistema y con el otro, pues siempre se encontrarán al lado del poder. Tal vez no debamos perder de vista ambas perspectivas cuando abordemos dilemas como el tratado hoy. Difícil dilema y difícil solución.
Un saludo..

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