viernes, 29 de diciembre de 2017

MONÓLOGO DE FIN DE AÑO

Vivo con miedo. Lo reconozco. Miedo a hablar y ofender a alguien. ¿Que soy un exagerado? Voy a contar varias experiencias que he tenido en los últimos tiempos y me comprenderéis.
Hace una semana hablaba con una conocida, de esas modernas y progresistas. Estaba contándola que había quedado dos días después con una pareja de amigos para tomar algo y me respondió que si la pareja era gay. Mi respuesta fue negativa. Al menos cuando estaban conmigo no lo eran, aclaré, para aportar más precisión al asunto. Ya empezó la cosa a torcerse: ¡A ver si eres homófobo! ¿Quién eres tu para criticar la vida privada de tus amigos? ¡Acojonado! Estaba acojonado. 
Intenté parar el chaparrón diciendo que a mi no me importa con quien se acuesta la gente, que yo juzgo a las personas por sus hechos. ¿Para qué lo haría? Que si la forma de practicar sexo implica muchas cosas. Que si el misionero es un reflejo del heteropatriarcado opresor. Que si la mujer no tiene orgasmos se debe a una sociedad alienante y machista: que si patatín; que si patatán. Y entre misioneros, patatines y patatanes, represión sexual y cosas por el estilo yo me iba poniendo fino de vino y me vine arriba. Ahí volví a cometer un error grande, muy grande. Interrumpí el animado monólogo de mi conocida y dije: Mira, yo quiero hacer un trío y me falta una tía. Te apuntas. Nada más decirlo sabía que había metido la pata. Me vino a la cabeza la imagen de la mujer que tenía delante desnuda, como yo y como otra amiga, apartándome de ella, y diciéndome que los hombres no teníamos ni puta idea de hacer tal o cual cosa y haciéndola ella con mi amiga, para mostrarme como debía proceder.
La realidad es que, tras la propuesta, a ella se le cambió el semblante del rostro, dijo algo así como que tenía prisa y no he vuelto a saber nada de ella. Me joder porque, en el fondo, era una chica agradable y porque aún no he encontrado a nadie para completar el trío.
Un par de días después estaba tomando unas cañas con unos amigos y alguien empezó a hablar de Política. El alcohol y la Política no resultan buenos compañeros, a no ser que seas político profesional, que entonces sí debes beber bastante para decir las chorradas que dicen sin partirse de risa. Estábamos ahí con Cataluña, con Tabarnia, con los independentistas corsos y con otros temas de actualidad, cuando uno de los del grupo, al que apenas conocía, comenta que con Franco esto no hubiese pasado. Adivinad, yo ya había bebido unas cuantas cervezas y volví a abrir el pico, para mi desgracia: "Pero vamos a ver, ¿cómo puedes tener tanta ley a un tipo bajito, feo, regordete y con voz de pito? No sólo eso. ¿cómo puede fiarte de un tipo que sólo tuvo una hija, que no se parecía a él, en una época en que los anticonceptivos como que no abundaban? 
¿Para qué hablaría? Tres colegas agarrando al amigo de Franco. Yo diciendo que todo había sido una broma. Que en realidad pasaba de Política, que yo era vegano y budista. Se armó la de dios. Menos mal que pedí una ración de jamón ibérico, que pagué yo, y todo se tanquilizó. Seguí  notando cierta hostilidad en el seguidor de Franco cada vez que iba a coger un loncha de jamón, o eso creo, por que me preguntaba: ¿tú no eras vegano? Estuve a punto de contestar una vez: Como el maricón de tu hermano, pero, por una vez, me mordí la lengua y creo que hice bien, porque si poniendo en solfa la hombría de un tío al que no conocía en persona, como Franco, se puso así, no quiero imaginar lo que habría pasado si hubiese hecho algo similar con un familiar. Me limité a responder que sí, que era vegano los días impares de mes y ese día era par.
No sé si contar lo que me pasó tres días después, tomando una copa con otros amigos. Lo voy a hacer, por mi espíritu didáctico,  con la finalidad de mostrar a todo el mundo lo que no debe hacer.
Como he dicho andaba con un grupo de amigos y amigas, no puedo precisar si eran heterosexuales, homosexuales o del Betis, y, a medida que avanzaba la noche, la cosa se iba animando. Conversaciones informales, bromas, risas, lo típico cuando sales tras la puesta del Sol y no lo haces con una excursión del IMSERSO. En una de estas, con mi proverbial sentido de la oportunidad, se me ocurrió decir: "¡Donde esté un buen solomillo de ternera de Ávila, que se quiten todas las ensaladas!" ¡Rediós! Los americanos en Guadalcanal tuvieron menos problemas que yo. Una mujer del grupo, a la que había conocido esa misma noche, empezó a adquirir un color de cara escarlata, clavó una mirada asesina en mi y  dijo con un tono bastante ofensivo algo como lo que sigue: "Eres un bárbaro. No sabes lo que sufre un animal, que tiene derecho a la vida, para que un salvaje como tú se lo coma. Me gustaría que te hiciesen a ti lo mismo".
¡Acojonado! En un principio pensé que ese estado de enfado se debía a que ella o su familia tenían un negocio de venta de carne de ternera de Galicia o de Aliste, y que los de Ávila les hacían la competencia. Pero de inmediato caí en la cuenta de que lo que no le gustaba era que yo comiese carne. No sabía como reaccionar y lo hice retomando lo último que había dicho: "A ver, mujer, si me comiesen a mí serían canibales y eso no está bien visto. De todas formas, si fuésemos caníbales comerse un vegano sería lo más parecido a tomarse una ensalada". Acerté de pleno y gané una amiga para siempre. "¿Por qué no te comes a tu madre? ¡Eres un gilipollas! Seguro que votas a Ciudadanos... Una ristra de insultos y descalificaciones, de las que me dolió en especial lo de Ciudadanos.
El resto de personas no sabían si hablar, callar o pedir otra copa. Optaron por esto último. Y justo en el momento en que todo parecía calmarse se me ocurrió algo para destensar la situación. Me dirigí a mi nueva amiga vegana y, para crear un buen rollo, la propuse lo del trío (aún andaba dando vueltas a la negativa sufrida unos días antes). Media hora les costó a los del grupo convencer convencer a mi amiga vegetariana para que no me denunciara por acoso. ¡La madre del cordero, vegetariano! Menos mal que no llegué a proponerla venir conmigo a las Ventas a ver a José Tomás, para aprovechar las dos entradas que ve había dado un amigo.
No he vuelto a ver esa mujer, tal vez sea porque desde hace tiempo esos amigos no han vuelto a quedar, o eso me han contado.
No quiero aburrir a nadie y voy a por lo último, aunque tenga muchas más anécdotas que contar.
Un día tomando un café con una amiga me presentó a su novio. Un tipo bien parecido y educado. Los tres nos pusimos a conversar sobre lo divino y lo humano y se me ocurrió hacer hincapié en lo divino. Un inocente comentario como éste: "¡Qué cabrones los curas, que con el rollo de la inmatriculación se están quedando con todo por la patilla!" A mi amiga le cambió la expresión y me indicó, con mucha suavidad, que el tío de su nueva pareja era el Arzobispo de no sé dónde. ¡Vaya! ¡Nunca antes había conocido a un sobrino de un arzobispo! Sabía de sobrinas jóvenes de curas, que vivían con ellos, pero el género sobrino de arzobispo me era desconocido. El devenir de los tiempos, pensé. Intenté salir del apuro lo mejor que pude y cambié de conversación. La cosa iba bien hasta que empezamos a hablar del campo y de la vida en los pueblos. Los tres estábamos de acuerdo en que la despoblación era un hecho y yo hice notar que desde que habían disminuido el número de pastores ya no había apariciones de la Virgen como antes. Al sobrino del arzobispo no pareció hacerle mucha gracia la observación y se dirigió a mí, con cara de templario antes de entrar en combate, y me habló sobre el respeto a la fe de los demás y cuestiones similares. Yo intenté arreglarlo y contesté que por mi no había problema, que yo respetaba todas las fes. Es más si él lo creía conveniente yo estaba dispuesto a ejercer la profesión de pastor, para ver si se restablecía la tradición de las apariciones marianas. ¡No he visto nunca a un hombre de fe soltar tantos exabruptos! La siguiente vez que fuese a confesarse debió pedir confesión Premium, para poder contar al sacerdote todo lo que salió por esa boca.
No hay mal que por bien no venga, tras su reacción no se me ocurrió ni por asomo ofrecerle participar en el trío que nos queríamos montar su novia y yo.
¡En fin! Tengo muchas más cosas que contar, pero no quiero aburrir más. Sólo espero que lo que he contado les sirva o, si no es así, que, por lo menos, lo hayan pasado bien.

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