jueves, 7 de diciembre de 2017

POR DEBAJO, LA CLAVE DEL ÉXITO

"La libertad ha existido siempre,
pero unas veces como privilegio de algunos,
otras veces como derecho de todos".

Karl Marx

Hace un año, más o menos, escuchaba a gente de procedencia hispana justificando su voto a favor de Donald Trump, un candidato que mostraba su rechazo a la inmigración, en especial a la que provenía de los países situados al sur. Su defensa de la causa Trump no me sorprendió, al contrario, me pareció de manual (lo cual no significa que comparta las tesis). Los entrevistados pensaban que los inmigrantes ilegales, de procedencia hispana como ellos, iban a aprovecharse de lo que Estados Unidos les podía ofrecer, y que a ellos, con un cierto estatus económico, les había costado dios y ayuda conseguir. No sólo eso, tras la aseveración se escondía la idea de que la gente que atravesaba la frontera poseía la intención, de una u otra forma, de delinquir. 
El lector pondrá sentir que los seguidores del millonario que ocupa la Casa Blanca eran unos bichos raros, sin dos dedos de frente. Por desgracia, la primera afirmación resulta errónea: no se trata de bichos raros. Más bien al contrario; en todos los lugares existen personas, muchas, con un pensamiento similar. 
El esquema de pensamiento de esta gente resulta muy simple: he conseguido un cierto estatus socio-económico (luchando), que aquellos que están más abajo en la escala pueden, y "seguro" que desean, quitarme.
Por supuesto, lo de alcanzar un estatus socio-económico resulta subjetivo. Lo que para alguien puede ser un gran logro, un gran estatus, para otros puede ser un lugar bajo de la escala. En realidad, en lo alto de la escala se sitúan muy pocos. Un ramillete de gente, que en muchos casos ha heredado su suerte, conforman esa cúspide; el resto luchamos por los despojos, a repartir entre muchos. El gran éxito de esa élite consiste en hacer creer a mucha gente que han alcanzado un estatus "especial", fruto de su lucha. En realidad, muchos de ellos dependen de su trabajo para poder ir viviendo. Lo único que les diferencia de otros es que, por el momento, pueden comprarse un coche o una casa un poco más cara; pero como demostró la crisis (estafa), todo es susceptible de cambiar rápidamente; al menos para los que no conforman la verdadera élite.
Intuyo que existe una predisposición, por parte de buena parte de esa gente, a creerse la repera, lo que con una buen sistema de propaganda para transmitir una serie de valores resulta determinante. Estas creencias, fruto de la propaganda, resultan determinantes para menospreciar al "inferior", que, en el fondo, es un competidor por ese nicho socio-económico que ocupa el "triunfador". Hacer creer que se ha llegado a un lugar porque se ha luchado por ello, cuando en realidad, en la mayoría de los casos, se ha adquirido un cierto nivel de vida porque se ha trabajado como una mula, en muchas ocasiones para beneficio de otra gente, renunciando a otros aspectos de la vida, supone un éxito de la propaganda neoliberal. La realidad dice que dedicando muchas horas de tu vida a trabajar tienes la posibilidad  de mejorar tu nivel económico, pero nadie puede asegurar que lo conseguirás (de hecho mucha gente se queda por el camino). Y es aquí donde aparece el segundo axioma del neoliberalismo: ser el elegido.
Mucha gente se queda por el camino, pero los que han llegado arriba, o un poco más arriba de donde estaban, lo han conseguido por su talento, por su capacidad, por su inteligencia, porque tienen un don, porque son mejores que los otros y nacieron así. Por una especie de determinismo económico que los demás no tenemos. 
Este aspecto de la predisposición resulta mucho más importante de lo que pudiera parecer, pues justifica pensar que los que se encuentran más abajo en la escala se encuentran allí porque no tienen una serie de cualidades que los elegidos sí tienen. Ello permite pensar a estos "triunfadores" que los que se encuentran por debajo sólo ansían su suerte y su capital, no dudando en conseguirlo, si fuera menester, delinquiendo.
Este razonamiento no sólo sirve para entender por qué cierta gente vota a tal o cual partido, también sirve para explicar otros comportamientos, más cotidianos, pero basados en un esquema de pensamiento similar. 
Existe un pensamiento bastante extendido que defiende la supremacía de los servicios privados sobre los públicos. El razonamiento último del asunto no se basa en datos objetivos. Más bien se trata de la idea de acceder a una serie de servicios  que cierta gente, con menos recursos, no puede, o no le dejan, utilizar. Como he dicho no se basa en datos objetivos, de nuevo la propaganda tiene parte de la culpa. La propaganda y la ignorancia de ciertas personas. 
Sobre lo que yo conozco un poco más, la Educación, he oído burradas, defendidas como verdades absolutas, por personas que son capaces de rebatir aquello que vives y conoces. Podría poner ejemplos, no lo voy a hacer, pero lo que sí he podido comprobar que la propaganda, que ahonda de manera intencionada en la ignorancia, junto con ese aura de triunfador, del que hablaba más arriba resulta una mezcolanza explosiva. Sin embargo, los verdaderos triunfadores llevarán a sus hijos a colegios que jamás podrán pagar esos triunfadores. Colegios en los que conocerán a otros niños que acabarán conformando la élite de este país. Los "triunfadores".
Cuando me planteaba esta entrada pensaba en el éxito del neoliberalismo, creando falsos triunfadores,;en la ignorancia e insolidaridad de determinada gente que no tiene nada más que su trabajo; en como cierta gente no quiere, no necesita, cambiar nada a fondo, porque se/les han convencido de que tienen una forma de vida maravillosa y hay gente que ya quisiera tener ese estatus. En el fondo pensaba que ese caldo denso que es la ignorancia nos hace peores como sociedad, porque quien de verdad nos quita lo poco que tenemos es el de arriba, que hace que tengamos poco, cuando, con nuestro trabajo, deberíamos tener lo nuestro y lo que se queda él. Pero la propaganda ha conseguido que nos creamos que lo mejor es tener gente por debajo, a la que pode despreciar.
Un saludo.

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