domingo, 28 de enero de 2018

DIARIO DE UN MAESTRO GRUÑÓN (28-1-2018)

Existen dos cosas, que sigo viendo en los centros, que me generan cierta confusión, por no utilizar, querido diario, otro término más aclaratorio y brusco.
Una de ellas, que me hace sentirme bastante descolocado, son  las filas que los niños hacen, en muchos casos de manera automática, para salir, entrar o participar en tal o cual actividad. Tal vez, aunque sí que realicé el servicio militar, se deba a que siento cierta aversión por la imposición del orden estilo castrense. O, tal vez también, se deba a que la escuela, en mi modesta opinión, sea un lugar donde los niños van a aprender comportamientos lo más normalizados posibles, e ir en filia india a los lugares no parece una idea muy natural. 
Puedo comprender que los más pequeños puedan ir uno detrás de otro, para facilitar la entrada y, sobre todo, la salida, donde el docente se debe asegurar que un adulto les está esperando, pero ver como alumnos de segundo, tercero o cuarto de Educación Primaria hacen, "de manera espontánea", una fila, esperando que llegue el especialista de turno para llevar al grupo al aula de música o al pabellón o, en otros casos, para salir al recreo, no me parece lo más adecuado. 
Se supone que los seres humanos hacemos una fila cuando deseamos acceder a algo y debemos respetar un turno para ello. Además, esta filas se realizan porque entre las personas no existe la suficiente confianza, por lo general ni se conocen, para realizar la cuestión de otra manera. Sin embargo, en el entorno del aula, donde los alumnos conviven todos los días, resulta sorprendente que no sean capaces de aprender que no es necesario hacer una fila para salir del aula y transitar de un lugar a otro. En realidad sí tienen esa capacidad, como otras muchas, pero resulta más cómodo, en algunos casos una tradición, esta forma de organización, que, en ocasiones, suele ir acompañada con el silencio como imposición.
Reconozco que cuando entro a sustituir en algún aula y los alumnos, al concluir la clase, forman fila, de manera automática, bien para salir al recreo, para irse a casa o, como me pasó hace unos días, para esperar a un maestro especialista, lo primero que hago es invitarles a sentarse. Después les explico que no resulta necesario hacer filas, basta con salir de manera tranquila, hablando, sin correr. Lo curioso del asunto es que tras una breve explicación salen de manera ordenada, sin avalanchas de imprevisible resultado ni formar retenciones en la puerta. Es más, por lo general, suelen salir andando sin correr ni sin importarles si fulanito o menganito "se ha colado".
La segunda cuestión que me maravilla ocurre cuando un docente se ausenta del aula y deja a algún alumno "al cuidado" de la misma. Jamás lo he entendido. 
Todos los docentes hemos tenido, y seguiremos teniendo, necesidad de ir al baño o de cualquier otro tipo de necesidad imprevisible, es lo que tiene ser seres humanos. Resulta obvio que, casi nunca, contamos con la posibilidad de que otra persona nos pueda sustituir durante ese breve lapsus de tiempo, y debemos dejar a los alumnos encargados de sí mismos. Lo normal en estos casos, desde mi punto de vista, es dejar a los niños realizando alguna actividad que puedan desempeñar de manera autónoma. Sin embargo, se sigue optando, no lo hace todo el mundo, ni mucho menos, por dejar a un alumno encargado de mantener el orden y chivarse al profe cuando llegue sobre aquellos desalmados que han optado por desafiar la autoridad provisional del compañero en cuestión. Lo que suele ocurrir, en especial en los cursos más bajos de Educación Primaria, es que se establece una lucha por saber si Pedro o María han hecho lo que el que cuida  de la clase cree que han hecho. Desde mi punto de vista un absurdo.
A veces, cuando voy a buscar a algún alumno a una clase y me encuentro con esta situación doy los buenos días y empiezo a hablar, invitando al alumno responsable de la clase a que me "apunte". El cachondeo es generalizado y el desconcierto del cuidador de campeonato. Lo reconozco, no dejo de insistir hasta que me apunta. Incluso, en ocasiones, vuelvo a hablar para que me ponga una o dos cruces, como a fulanito o a menganita. Lo que acaba por hacer reír al único que, en un principio, no había soltado una carcajada ante la ocurrencia.
Pero, caro diario, sin importar mucho mis comportamientos excéntricos, creo interesante reflexionar sobre por qué se hacen filas o se deja a un cuidador provisional. Considero que en ambos casos se debe a lo mismo: obviar la importancia del autocontrol, de la capacidad de autorregularse de los niños. Capacidad que, por otra parte, se enseña y, por supuesto, se aprende porque, como he escrito en este diario en otras ocasiones, los aprendizajes sociales forman parte de aquello que la Escuela debe enseñar.
Tal vez lo más curioso del asunto sea que a todo el mundo se le llena la boca hablando de que los aprendizajes son descontextualizados (lo cual resulta inevitable) y cuando se da la ocasión de que lo que se debe aprender se haga en su contexto natural lo desvirtuamos en nombre de la disciplina, que, tal vez, sea otro tipo de aprendizaje, pero menos efectivo. Menos efectivo porque cuando desaparece la figura de referencia, la disciplina desaparece con ella, como se puede observar cuando el alumno que cuida la clase tiene problemas con sus compañeros. Sin embargo, trabajar la autorregulación conlleva que no se necesita una figura a la que seguir, sino unas pautas claras de actuación, para saberse gestionar de manera autónoma en las distintas situaciones.
Ya sé que nada es tan fácil como parece y que nada es tan chachi piruli como mucha gente lo presenta. Incluso, no hay que olvidar, sería muy hipócrita por mi parte, que pero en el proceso de la autorregulación también existen momentos en los que el alumno puede, y debe, conocer que ciertos actos suyos negativos también conllevan consecuencias negativas. O, lo que es lo mismo, a veces deben aprender del error. Pero, entre hacer notar que se ha hecho algo mal y, si fuese preciso, sancionar por ello, y someter al alumno a unas normas de vigilancia y orden externo para evitar problemas existe un camino largo y, desde mi punto de vista, absurdo.
¡Querido diario!, me gustaría comentarte, cambiando de tema, que me encuentro enfrascado en la lectura de un libro, recomendado por una amiga, excompañera y exjefa (a ver si nos vemos pronto), que me está ayudando a coser ciertas impresiones que tenía sobre esta historia de la Educación, para formar un traje que me ayude a navegar con una cierta base ética y lógica en esta historia de enseñar. Aunque me está costando hincar el diente con asiduidad al libro por motivos que no vienen al caso, su lectura me ha reafirmado en una creencia que no sólo se puede aplicar al mundo de la Educación: existe demasiado esnobismo vacuo, que antepone lo estético a lo esencial, que, en este caso es la instrucción. Nuestra dignidad como docentes no se basa en deslumbrar a nuestros compañeros con las "cosas chulas que hacemos", sino en conseguir que nuestros alumnos aprendan para crecer y formar parte de esta sociedad. Tal vez la autorregulación de la que he hablaba un poco más arriba tenga que ver con esto.
Reflexiono sobre la importancia que en la actualidad se da a innovar, a deslumbrar y a cosas similares y me viene a la memoria como esas ideas tan maravillosas, que van a suponer revoluciones sin cuento en Educación, acaban naufragando en el olvido, sin que nadie pida cuentas por ello. Podría poner unos cuantos ejemplos, pero el que me viene a la cabeza es ese proyecto, que tanto iba a cambiar el mundo y a ciertos países, que pretendía fabricar ordenadores por menos de cien dólares, destinados a países subdesarrollados o en vías de desarrollo. Se vendió como el no va más, pero acabó en un sonado fracaso, del que nadie habla.

http://www.eldiario.es/cultura/tecnologia/OLPC-paises_en_desarrollo_0_461604619.html

Lo fulgurante, por lo general, suele ser eso, un chispazo que deslumbra, pero una vez pasados los segundos, toda esa luz desparece y queda lo que había antes y el día a día.
Veo, querido diario, que he empezado escribiendo de cosas muy concretas y he terminado filosofando sobre el contenido de esta historia que me da de comer. Puede que me haga viejo y me patinen las escasas neuronas que me quedan sanas o, también es posible, que todo forme parte de un mismo conglomerado al que podemos llegar unas veces de manera deductiva y otras de forma inductiva, desde la experiencia diaria. O, lo más seguro, debemos llegar desde los dos lugares, para aportar una mejor comprensión de qué somos y hacemos con nuestros alumnos.
No me enrollo más y dejo alguna cosa para otro día que me apetezca llenarte, querido diario, con palabras sobre este asunto del que tú y yo solemos hablar.

jueves, 25 de enero de 2018

COSAS DEL BARRIO

Estas fiestas de Navidad estuve unos días en casa de mis padres, tradición obliga, en la ciudad de la que soy natural. Para los que no me conocen conviene aclarar que se trata de una capital de provincia, con varios centenares de miles habitantes censados. Tiene bastante industria para su tamaño, por mucho que algunos de mis paisanos se quejen, y un sector servicios bastante potente.
Voy a aportar algún dato más que considero necesario para una mejor comprensión de la entrada. Desde la casa de mis padres hasta el centro se tardan unos quince, veinte minutos andando. Además, por si eso fuera poco, la distancia al campus universitario es más o menos similar, existiendo tres facultades a menor distancia aún. Los edificios en el que viven es uno más de aquellos construidos hace cincuenta o sesenta años, de los que se construían a toda velocidad, todos iguales, para acoger la inmigración que llegaba desde las zonas rurales de la provincia y desde otras provincias, para aportar mano de obra a las empresas que se implantaron en la ciudad en la década de los 50 y 60. Existen edificios algo más modernos, pero ninguno baja de los treinta, treinta y pico años de edad. Como dato anecdótico decir que estos son los únicos que tiene plaza de garaje.
Espero que con esta descripción el lector se haga una idea del barrio en el que viven mis mayores... y otros muchos mayores. Digo esto porque uno de esos días en los que estuve allí fui a una mercería del barrio, que estaba llena de clientes de avanzada edad. Un hijo que acompañaba a su madre y yo éramos los más jóvenes, y, puedo asegurar, que ambos ya peinamos canas desde hace tiempo.
Esa situación que he descrito me hizo pensar sobre varios aspectos en los que nunca había depositado mi atención, pero que se encontraban ahí desde hacia tiempo, como, tras reflexionar sobre el asunto pude comprender.
Lo primero que me llamó la atención era la edad media del barrio. A pesar de que los inmigrantes de países extranjeros y algunos jóvenes, sobre todos universitarios que viven de alquiler, contribuyan a rebajar esta media, la cantidad de ancianos es bastante grande. No resulta infrecuente conocer que tal o cual vecino ha muerto hace poco, con una edad avanzada. Una parte significativa de los críos de mi generación que se criaron por esa zonas han emigrado. Algunos lo han hecho a zonas periféricas de la ciudad de nueva construcción; otros a los pueblos aledaños, buscando casas más grandes y más baratas que las que podían encontrar en la ciudad. Algunos otros, como el que suscribe, nos largamos hace tiempo por cuestiones laborales.
No quiero dar una imagen distorsionada del barrio. El parque, cuando hace bueno, tiene mucha vida. Sigue habiendo parejas con hijos, pero también hay muchos ancianos. Cuando yo jugaba con diez años en ese parque, en el parque, aún con tierra, había parejas jóvenes y, sobre todo, niños a mansalva. Era impensable que esa barrio, que aún tenía zonas de huertas, fuese un lugar donde la subida de pensiones de un gobierno fuese asunto crucial.
Que exista mucha gente mayor no puede definirse más que como un hecho, sin ninguna connotación. Sólo una observación, que me lleva a pensar que las que fueron hacen medio siglo las zonas de expansión de la ciudad, a día de hoy, se han convertido en lugares en que siguen viviendo las personas que crearon ese barrio, que le dieron vida. Ellos hicieron lo que una generación después han realizado sus hijos en otras zonas de la ciudad o en pueblos cercanos, algunos casi anexos a la ciudad. El reto es saber si los nietos de esos primeros colonizadores volverán a ocupar el espacio de sus abuelos o seguirán afianzando la expansión de la ciudad que les vio crecer. Imagino que dependerá de las condiciones económicas y de la evolución, estado de conservación o degradación, de esa zona.
Sé que en otras ciudades, por ejemplo Madrid, los snobs pudientes han contribuido a hacer resurgir zonas, y, en algún caso, en volverlas a dejar caer, pero no tengo una bola de cristal, ni creo en su efectividad para hacer predicciones, por lo que no puedo aventurar la evolución de ese barrio. Aunque, desde mi punto de vista. creo que se debería considerar la posibilidad de facilitar, desconozco como, que esos barrios de aluvión de los sesenta se rescaten para la gente joven a medio plazo. Disponen de muchos servicios: colegios, centros de salud, polideportivos, zonas verdes... Alguien tiene que recuperar esas zonas, que suelen encontrarse bien situadas, porque los inmigrantes (que ya no viene a nuestro país con la misma celeridad que antes), o la segunda generación de ellos, ya españoles todos o casi todos, intuyo que no van a ser suficientes para llenar todos estos barrios.
Por otra parte me llamó la atención algo que había obviado durante años, cuando iba a las tiendas, esas que se denominan pequeño comercio: a pesar de haber supermercados en el barrio, mucha gente mayor prefiere ir a la carnicería, a la mercería, a la pescadería, a la frutería, que, visto desde fuera, no parecen tener problemas, en líneas generales, para sobrevivir. Tiendas, de las de siempre, con lustros o décadas de antigüedad, que, en muchos cambios, cambian de dueño por jubilación del dueño. En una sociedad de "emprendedores", del éxito, las pequeñas tiendas resisten dando servicio a la gente de toda la vida. Personas fieles, a las que llaman por su nombre y que preguntan al tendero por sus hijos, o que son preguntados por el tendero por esa piedra en el riñón del mes pasado. Sin embargo, aunque en los supermercados del barrio, de grandes cadenas regionales o internacionales, se pueden observar ancianos, la edad media de la persona que compra es menor y, aunque algunas cajeras (en los que yo he visto son mujeres) tienen confianza con algún cliente, la relación se suele limitar a algunas dudas sobre un producto y poco más.
Tal vez no tengamos tiempo para ir a varias tiendas. O, tal vez, el tiempo lo queramos invertir en otras cosas, ni mejores ni peores. O, tal vez, todo cambia, como esas huertas de mi barrio, en las que ahora hay un colegio, un polideportivo y varios edificios. Seguro que a muchos también les impactó ver como ese espacio de cultivo se convertía, hace ya décadas, en una nueva zona de la ciudad.
Un saludo.

P.D.: Todavía estamos esperando que aparezca Miguel Indurain en uno de sus conciertos, que, según ellos, siempre se comprometía a ir, pero nunca acudía. Al menos eso decían cuando empezaban los conciertos siempre tarde, debido a que estaban esperando al navarro.


lunes, 22 de enero de 2018

LAS MEJORES COSAS SEGÚN... (MONÓLOGO)

Se han puesto de moda esas clasificaciones en las que se elige al mejor profesor del mundo, las diez mejores croquetas del país, el mejor pueblo del 2017, los diez políticos menos corruptos del país, la suegra más enrollada o los diez mejores polvos que no he echado y que nunca echaré. Y uno se pregunta: ¿cómo cojones saben que no hay croquetas mejores que ésas? La verdad es que hay que reconocerlo, no es necesario probar todas las croquetas de España para saber cuales no entrarían en esa clasificación. Por ejemplo, en el bar de debajo de mi casa bastaría con ver como las croquetas, tras varios días en el mostrador, pasan a venderse como mejillones tipo tigre. Aunque, lo reconozco, a pesar de la mutación son comestibles, tomando un par de precauciones: haber consumido, previamente, medio barril de cerveza entre cuatro y tener la precaución de no comer la parte más oscura. Cuando sigues estos pasos puedes comprobar que no es tan fiero el tigre como lo pintan. 
Pero no nos desviemos y volvamos al asunto de las clasificaciones. Yo hace tiempo me pregunto cómo un pueblo puede ser un año el mejor pueblo, o el mejor rincón, y al siguiente dejar de serlo. ¿Acaso unos tipos se dedican a quitar cosas de la localidad premiada para que no pueda ganar el año siguiente? Me imagino yo al paisano explicando al turista despistado: "Pues el año pasado fuimos elegido el pueblo más bonito de España y los alrededores, pero nos quitaron un par de montañas de ahí enfrente y se llevaron tres calles una noche y ya no somos lo que éramos".
Algo parecido pasa con las playas. Las diez playas más bonitas de España. Vale, que esas no varían mucho año tras año. Pero, en ningún caso precisan si se trata de la playa per se, sin gente, o cuando hay gente. Porque uno se imagina alguna de esas playas con unas cuantas personas que conozco en bañador o bikini y, por muy paradisíacas que sean, lo mejor veranear en la montaña, bien tapaditos. Además deberían precisar un poco más, porque recuerdo que este verano, en pleno agosto, tuve ocasión de visitar una de ellas y osé probar sus aguas. Eran tan frías que mi pene adquirió un tamaño jamás visto por mi. Ha pasado medio año y aún no se ha recuperado del todo. Reconozco que pocas veces he visto unas aguas tan cristalinas, como ésas, cosa que agradecí sobremanera, pues tras buscar en el fondo mi pene llegué a la conclusión de que no lo había perdido; sólo había encogido de una forma desconocida para mí hasta ese momento. Creo que si existiese una lista de los diez métodos anticonceptivos más eficaces, las aguas de esa playa deberían figurar en un lugar destacado. 
Vayamos a otra de esas clasificaciones a las que no le veo mucho sentido: Mejor profesor del mundo del año... ¡Con dos cojones! Un fulano sale en Youtube haciendo cosas chulas para alumnos de 4º de la ESO o de 1º de Bachillerato, pero, amigo, ahí no están el Jony, la Jesy y el Cristian, que con dieciséis años sólo entienden cuando leen, y a duras penas, el menú del Burger King. ¡Así cualquiera! Da clase con los alumnos en su casa y sin que estén presente la Jesy tocándose las tetas cada vez que el Jony la mira con lascivia (más salido que el pico de una plancha, traducido para que el Jony y la Jesy lo entiendan) y sin que el Cristian haga un chiste en voz alta sobre el tamaño de su pene, que, por las pistas que da, no ha pasado por la playa en la que estuve este verano pasado. ¡Joder! Por si eso fuera poco, estoy convencido de ello, los inspectores no le tocan los cojones con los estándares y las competencias claves y su articulación en la programación anual. Si con estas facilidades no es el mejor profesor del mundo es para darle un par de hostias.
Siempre me ha maravillado como son capaces de saber dónde se come el mejor cocido del mundo o la mejor fabada o cualquier plato de más de siete millones de calorías. Uno se imagina que para hacer este listado los catadores, unos, dos, cuatro a lo sumo deben meterse entre pecho y espalda, más bien en el estómago, cientos de cocidos o fabadas, que les permita valorar con objetividad. La vida de estos tipos debe ser un infierno: colesterol alto, digestiones pesadas, sobrepeso, flatulencias mañana, tarde y noche...
También me parece admirable esas recomendaciones sobre series: las diez series que no te puedes perder este invierno. Un fulano hipster, friki o, directamente, tonto de los cojones te recomienda diez o doce series televisivas para ver durante una estación del año y cuando echas cuentas te das cuenta de que el tío no tiene muchos estudios, o es de letras. Diez series, con cinco temporadas de media, con una duración de casi una hora y con un número de capítulos considerable por temporada, más dormir, ir a la cocina para pillarte unas cervezas, peregrinar al baño a hacer tus necesidades, ponerte colirio en los ojos para poder seguir viendo la serie, llamar al curre para justificar que no puedes ir a trabajar (diciendo que has pillado principio de lepra o de Peste Negra), mandar a tomar por el culo a unos Testigos de Jehová que llaman a la puerta y cuatro chuminadas más, todas ellas indispensables, como tuitear que estás viendo tal o cual serie, te lleva, aproximadamente, cuatro meses y medio,  y eso aguantándote las ganas de mear hasta el último momento y sin catar el sexo (lo cual no es ningún problema para muchos de los seriófilos, que por algo invierten su tiempo en estar delante de una pantalla o en pasar a mano con lo que tengan a mano).
¡Señores que clasifican las series en imprescindibles para cada estación! ¿Dónde cojones estaban ustedes cuando explicaron las estaciones en Educación Infantil?
Bueno, les dejo, que tengo que ir a planchar la oreja. Tengo la intuición que ésta va a ser una de los diez mejores noche de sueño de mi vida.

jueves, 18 de enero de 2018

OBJETOS PERDIDOS

Ella llevaba varios días anunciándole que estaba considerando volverse a poner zapatos con tacones. Hacía años que había optado por la comodidad del calzado plano. Aunque ambos sabían que la realidad distaba bastante de ser esa. Ella había perdido, en algún momento indeterminado, la necesidad de sentirse bella para sí misma, tal vez porque no hubiese nadie que la dijese lo bien que la sentaba un vestido, unos zapatos nuevos o lo hermosa que lucía cuando cambiaba sus gafas por las lentillas, que dejaban ver en todo su esplendor sus ojos glaucos. 
Él se sentía bien con esa pequeña y continua sucesión de cambios. No ignoraba que su reciente aparición en la vida de ella tenía mucho que ver con este proceso. A veces él tenía la extraña sensación de que conseguía ejercer un efecto positivo en los demás, que se traducía en que las personas de su entorno se querían más a sí mismas. Esta impresión  solía desvanecerse con la misma facilidad con la que aparecía, pero en el caso de ella tenía constancia de que no se trataba de un delirio ególatra. 
A él no le costaba en exceso decir lo que pensaba, para bien y para mal. y eso ella lo apreciaba. Lo apreciaba mucho más porque él tenía por costumbre ensalzar lo que consideraba bueno de ella: su belleza, su sentido del humor, su visión realista de la vida, y ella necesitaba borrar años de soledad acompañada con palabras que la recordasen la necesidad de sentirse querida por sí misma.
Cuando le conoció ella jamás pensó que ese tipo con un aspecto algo desaliñado, que no cuadraba en sus esquemas previos, tuviese esa capacidad de hacer renacer sensaciones olvidadas hacía años. Sin embargo, algo la empujaba hacia él y aprovechó la primera oportunidad que tuvo para poner alrededor de él un lazo sutil. Por suerte, eso pensaba ahora, él se dejó atrapar.
Él, por contra, tenía la sensación de tener parte de la partida ganado de manera previa. Su problema se resumía en la forma de abordarla con un mínimo de probabilidades de conseguir acabar con ella en la cama, al menos esa su intención primigenia y única en un primer momento. En el contexto en que se movían, por mucho que ella le mirase con cierta asiduidad, él no podía afrontar la situación como deseaba. Fue un día, en un encuentro casual, donde él no dudó en dar el primer paso y todo se desencadenó sin prisa, pero con la inflexibilidad de lo que estaba escrito en las miradas de ella y en la paciencia de él.
Y allí estaba ella frente a él, con los zapatos de tacón alto, sus lentillas, su olor a ese caro perfume y su ropa elegante, que la hacían parecer aún más bella y se sintió afortunado. Se sintió afortunado por poder contemplar a solas, sin prisa, a esa hermosa mujer que se estaba dejando admirar. Se sintió afortunado porque sabía que, además de para ella, todo lo que contemplaba tenía que ver con él. La encontraba fascinante, y se lo dijo. Esta vez lo pudo hacer. Dos días atrás le fue imposible. Ella también estaba radiante, pero en el entorno donde se habían conocido no resultaba apropiado manifestarlo. Äunque le hubiese encantado hacerlo. Casi tanto como a ella, que contempló con satisfacción como él también se había vestido de manera diferente, más elegante que de costumbre. No le cabía duda de que lo había hecho porque él tenía la necesidad de volverse a sentir como hacía tiempo no se sentía, pero ella también comprendía que, en buena parte, su cambio de imagen también estaba relacionada con la necesidad de agradarla a ella y de que ella le dijese lo atractivo que le resultaba así.

lunes, 15 de enero de 2018

AQUÍ Y AHORA

"Es grande ser grande,
pero es mayor ser humano"

Will Rogers


Hace una semana me recomendaba un amigo un libro sobre nuestros antecesores, los primeros sapiens, y ambos defendíamos que se trataba de tipos muy inteligentes que supieron sobrevivir en condiciones muy adversas. 
Al día siguiente de esa conversación uno tuvo que realizar un viaje y pudo comprobar como la nieve, que me acompañó durante más de dos horas, se adueñaba de todo lo que las nubes dejaban ver, incluido, de vez en cuando, algún carril de la autovía por la que transitaba. Llevaba en mi coche ropa de abrigo, comida, agua, así como el móvil pleno de batería y el depósito repleto, pero, lo reconozco, no llevaba cadenas y, es más, aunque las hubiese tenido, reconozco que no sé como se ponen. 
Por suerte, mi imprudencia no tuvo consecuencias. Los quitanieves funcionaban a todo trapo y, con un poco de cautela, el viaje transcurrió sin incidencias, aunque un poco más lento que de costumbre. Pero, sabe, querido lector, tengo muy claro que si me hubiese quedado atrapado por no llevar cadenas, la culpa hubiese en exclusiva mía y no iba a quejarme de lo mal que funcionan los medios. 
Un par de días después, o al día siguiente, apareció en los medios la noticia de los aguerridos jóvenes que subieron al Angliru, con su 4x4 (16) para hacer la gracia y se quedaron allí a pasar la noche, a pesar de todas las peticiones que hicieron para que les sacaran del lío en el que ellos solitos se habían metido. Lo curioso del asunto es que, al final, la mañana siguiente subió un paisano a rescatarles y bastó con desinflar las ruedas bastante para que pudiesen bajar. 
Uno, que se acordó de los sapiens que nos precedieron, no pudo evitar pensar que, desde un punto de vista intelectual, no podían ser tan poco lúcidos como los chavales que tuvieron la ocurriencia de subir a uno de los puertos míticos del ciclismo mundial a hacerse los valientes. Entre otras cosas porque una imprudencia grave podía costarles la vida o ponerles en una dificultad de la que la UME, la Guardia Civil o quien sea no iba a poderles sacar. 
Recuerdo que me estaba riendo con una persona que trabaja en la Sanidad, escuchando el audio de los fulanos del 4x4 (16) y me comentaba que esa forma de proceder, la de exigir respuesta inmediata, era muy común en su ámbito de trabajo. Personas que iban, por ejemplo, por una gripe al Servicio de Urgencias, y se quejaban ante los medios de comunicación de que les habían tenido esperando ocho o doce horas, hasta que les habían atendido, viendo además como otras personas que habían llegado después de ellos, eran atendidos antes que ellos. Resulta obvio, que si pasaban antes al box correspondiente era porque tras la valoración previa esas personas tenían problemas que debían ser resueltos con mayor celeridad por ser una verdadera urgencia. También resulta obvio que, como en el caso de las cadenas en los coches, las indicaciones de no usar el Servicio de Urgencias si no se tiene fiebre alta durante un determinado número de días, se lo saltan a la torera, pero los medios, que tampoco hacen mucho por preguntar a los responsables del servicio, sacan al fulano o al familiar de turno, poniendo el grito en el cielo, echando la culpa al sistema de lo que ellos hacen mal. Sin embargo, de nuevo, se exige una respuesta rápìda y efectiva a algo que no la tiene. 
Reconozco que no sé lo que hacían los sapiens cuando tenían gripe, pero, intuyo, que, además de pedir a la/las deidad/es correspondientes una pronta cura, no irían al Servicio de Urgencias. 
Voy a volver la vista atrás. El mismo día que hablaba con mi amigo sobre el libro, que ya me ha prestado, ocurrió que en la AP-6 se quedaron atrapados durante horas, en algunos casos muchas, un gran número de personas, porque sus vehículos no podían avanzar.
La gente que se vio atrapada protestaba, primero porque se metieron en un atolladero y, en segundo lugar, porque una vez dentro no había manera de salir ni de recibir un atención mínima (los medios pasaron por alto a aquellos que sí que pudieron ser desviados a localidades donde pasar de la mejor manera posible el temporal). Como de costumbre, unos y otros cargaron contra el Gobierno (aunque la autopista fuera de pago y los medios los debía poner la autopista), porque las cosas deben funcionar siempre bien y la culpa siempre es suya.
Antes de seguir voy a hacer un alto para explicar una cosa. El lunes por la mañana Pepa Bueno entrevistó al Director de la DGT y cuando el tipo (por el que no siento especial simpatía) se cansó de responder a la vocera del grupo dirigido por un personaje importante en el periodismo del tardofranquismo (ése al que le hace entrevistas ad hoc) que los quitanieves de esa autopista de pago no dependen de la DGT, y que ellos sólo supervisan si tienen los medios adecuados, no como los emplean en cada ocasión, la otra, con su tono de peculiar de fastidio, vio que ante las preguntas absurdas que repetía una y otra vez, la respuesta era siempre la misma, no tuvo otra idea que largar al tipo que si había pensado en dimitir. Me parece lamentable, cuando lo que tenía que haber hecho era haber intentado hablar con alguien de Abertis y contrastar la información. Pero claro, Pepa Buena sabe que La Caixa es accionista mayoritario de Abertis y que esta misma entidad financiera también es una de los accionistas importantes del Grupo Prisa, al que pertenece la SER.
Volvamos a los hechos de los días 6 y 7 de enero. La gente se quedó atrapada y la ayuda tardó en llegar. Hasta aquí los hechos objetivos. Las quejas, con mayor o menor fundamento, y la defensa de cada uno, son bien conocidas. Lo que no resulta tan conocido es la opinión de los profesionales, los que van con el quitanieves, por ejemplo, y, por casualidad, di con la de uno de ellos, que expuso en este hilo de Twitter.

https://twitter.com/kebrantaguesos/status/950368167481823233

De nuevo, se habla de gente imprudente y, de nuevo, se hace referencia a situaciones sobre las que el ser humano tiene poco control (como en el caso de la gripe y su curación). Sin embargo, existen expertos que hablan de que otros países, del Norte de Europa, donde según ellos no se producen estos problemas. Mentira, sí que ocurren, pero, la diferencia es que ellos tienen la obligación de calzar a sus vehículos con neumáticos de nieve en invierno, pudiendo ser multados o inmovilizados si no lo hacen, y ante nevadas ligeras sus vehículos pueden transitar sin problemas. Es lo que tiene ser experto en todo desde el sofá y decir que aquí no estamos preparados. En los países del Norte de Europa muere mucha más gente que en los países del Mediterráneo cuando llega una ola de calor, precisamente porque es tan infrecuente como en determinadas zonas de España las grandes nevadas y resulta imposible estar preparado para todas las situaciones extraordinarias que puedan acontecer.
Esta necesidad de que todo funcione bien las 24 horas del día, los 365 días del año que mucha gente tiene en el fondo encierra una verdad dura: nuestros ancestros sapiens eran mucho más inteligente que nosotros. Ellos sabían, les iba la vida en ello, que podían surgir incovenientes, algunos serios, que tenían que arreglar por sus propios medios; nadie iba a venir de fuera a echar una mano. Sin embargo, una parte de nuestros tecnológica sociedad ha olvidado que somos un bicho más sobre la faz de este planeta y que, en ocasiones, somos un juguete más en sus manos. Un virus, una bacteria, una nevada, lluvias torrenciales, calor excesivo... pueden ponernos en jaque y ser más fuerte que nosotros. No existen soluciones inmediatas. Por mucho que nos vendan maravillosas aplicaciones que nos permiten hacer "cosas maravillosas" desde nuestro móvil, seguimos siendo unos animales que han olvidado que surgen imprevistos, que, en ciertos momentos, no se pueden solucionar todo lo deprisa que nos gustaría y que, a veces, nosotros, me incluyo, con nuestra imprudencia acrecentamos los problemas.
No podemos pensar que todo es perfecto, que siempre se puede solucionar todo y, mucho menos, que esta solución va a ser inmediata. Tal vez hemos perdido esa parte de la humanidad que seguro tuvieron nuestros ancestros y hemos sustituido esa humildad que proporciona saber que somos vulnerables, por esta prepotencia e ignorancia tecnológica, que nos aleja de nuestra realidad y de nuestra esencia.
Un saludo.

jueves, 11 de enero de 2018

LA MODERNIDAD

 "La cultura de la modernidad líquida
ya no tiene un populacho que ilustrar y ennoblecer,
sino clientes que seducir".

Zigmunt Bauman

Uno asiste con deleite a la alegría que ciertos tuiteros muestran ante ciertas noticias venidas allende los mares.


No sólo gente, más o menos conocida, medios de comunicación también muestran su interés por lo que parece ser una nueva de alcance internacional. Como ejemplo, un tuit de un periódico serio.


No sólo eso. Partidos políticos a la vanguardia, siempre luchando por los avances sociales, se hacen eco de tan buena noticia para todos.

Creo que Ana Patricia Botín o Beatriz González agradecerán mucho esa lucha por la igualdad de oportunidades... sobre todo entre ricos y pobres de nacimiento.asas

Pero en esta sociedad de gente sin alma, siempre hay alguien que tiene a bien fastidiar la fiesta y le da por recordar una ley, ni más ni menos que el Estatuto de los Trabajadores, en concreto su artículo 2as8. Como imagino que el lector no se acordará de él en estos momentos, me permito adjuntar un enlace donde puede leer todo el articulado del texto de 1995, posteriormente reformado varias veces:


¡Vaya, somos un país pionerísimo y nadie aquí parecía saberlo! 
¡Hombre! Que no lo sepa un particular tiene un pase, nadie tiene la obligación de ser una biblioteca con patas. El desconocimiento aspor parte de la prensa resulta un asunto muy serio, pero lo del partido político, vanguardia de la vanguardia, clama al cielo, por no decir algo malsonante, pero más apropiado a la circunstancia que nos ocupa. 
Sin embargo, este hecho sólo puede considerarse como un reflejo de la sociedad. de una parte de ella muy vociferante, en la que nos ha tocado vivir. 
Antes de retomar el asunto vamos a echar la vista atrás, para lograr una mejor comprensión de la situación actual.
Cuando Ricardito "El Tramposo" (Richard Nixon) ganó las elecciones para conseguir la Presidencia de Estados Unidos a los demócratas en 1968, estos, que habían sufrido una división en su filas entre los demócratas pata negra y una parte de los demócratas del sur del país, que defendían postulados racistas, analizaron las causas de su derrota (obviamente presentar dos candidatos diferentes fue la principal) y llegaron a una conclusión: su nuevo caladero electoral eran las minorías, pasando un poco, bastante, del obrero blanco, que desde Roosevelt, con sus políticas dirigidas a la clase trabajadora, habían constituido la base del voto demócrata. 
Unos pocos años antes, tres o cuatro, Martin Luther King, uno de los líderes de la lucha por la igualdad de derechos más carismático, siguió el camino inverso: pasó de luchar por la igualdad de derechos de la minoría negra a comprender que, en realidad, la lucha debía ser por conseguir abolir la pobreza, sin importar raza, religión o cualquier otra cuestión. Revistas como Time o diarios como The Whashington Post ponían al Premio Nobel de la Paz a caer de un burro, debido a su giro intelectual. 
Como el lector habrá podido adivinar, estos dos hechos, ocurridos hace medio siglo, resultan trascendentales para explicar la situación actual, incluida la victoria de Donald Trump o el auge de la extrema derecha en Europa. Los partidos que, a un lado y al otro del charco, habían defendido al trabajador, al obrero (palabra que ellos mismos han contribuido a desterrar), optaron por buscar en las "minorías" su leivmotiv. 
Esta lucha por los derechos de las minorías conlleva un problema: siempre hay que pedir algo más y reivindicar algo más. En otras palabras: siempre se debe estar en la vanguardia, lo que, en ocasiones, provoca disparates como el que inició esta entrada.
Hace poco leía un ensayo en el que se defendía que el concepto de raza (tan típico del siglo XIX y de los fascismo del siglo XX) se ha cambiado por el de minoría, y, en lo esencial, estoy de acuerdo. Consideraasr que todas las personas de un determinado color de piel, sexo, procedencia o cualquier otro artificio clasificatorio que queramos utilizar son iguales y son buenos o malos por ello, recuerda a esas categorías estancas tan típicas de los fascimos: rojos, eslavos, judíos, gitanos... 
Sé que lo arriba escrito puede ofender a cierta gente, me resulta indiferente. Uno, que ya va sobrado de años, pasa mucho de críticas realizadas desde el esnobismo. Me resulta mucho más preocupante que los que se dicen la vanguardia, por lo general estómagos agradecidos o esnobs de sillón, se identifiquen con la revista Time o con The Washington Post y no con el último Martin Luther King. 
Personajes de los medios en España como Pepa Bueno, Carlos Francino, Julia Otero o Ignacio Escolar, por citar a algunos, ejemplifican esta perversión, lo que Gustavo Bueno denominó izquierda difusa, "que no es izquierda", y que, en realidad, no quiere cambiar el fondo de las cosas, la desigualdad, sino que, desde su púlpito, intentan sentar cátedra moral (a los tres primeros se les llena la boca con la palabra igualdad y feminismo, peroas los tres tienen en sus programas publicidad de una empresa condenada en firme por discriminación salarial), cuando lo que en realidad hacen es perpetuar una situación de injusticia, con sus cortinas de humo y sus distracciones sobre una cada vez mayor desigual distribución de la riqueza y, lo más importante, sobre las opciones reales para cambiar la situación.
Mientras, resulta más fácil hablar de minorías, metiendo a veces mucho la pata, el ejemplo de arriba no es más que una muestra, de los tres voceros mencionados en el párrafo anterior podría contar unos cuantos más. Ellos, junto con unos políticos profesionales, que se dicen de izquierdas o progres, que viven de dar gusto a estos y otros tipos que dicen ser periodistas, son tan culpables como el neoliberalismo de que personajes como Donald Trump lleguen al poder o de que la extrema derecha empiece a levantar cabeza en Europa, incluso en Alemania, donde, como dije en otra entrada, la líder es una mujer lesbiana. Lo curioso es que esta extrema derecha también está utilizando el discurso de la minorías para atraerse seguidores. Varios partidos buscan el voto de la mujer alegando que la religión musulmana y sus seguidores, las tratan como seres inferiores o, incluso, así:


Y, ¡cuidado!, esa falacia vende, en una sociedad depauperada por la avaricia de unos pocos, que no es otra cosa que eso que se denomina neoliberalismo.
Sin embargo, como se trata de ser moderno, de sumarse a la causa, sin importar mucho el trasfondo, resulta muy fácil para cualquiera, aunque sea la extrema derecha, subirse al carro de esa modernidad. La prueba la tenemos en los tuits del principio de la entrada, donde lo importante es la causa y ser moderno, estar a la última, no si lo que defiende en este caso es algo importante, real o una chorrada como un piano. Sólo hay que estar presente, hacerse notar, estar a la última. Se trata de ir un paso más allá, de romper con lo que se cree preestablecido, sin importar si lo anterior está bien o está mal. Si yo fuese parte de la oligarquía financiera estaría encantado. Los modernos intentan destrozar el pasado, no rescatar lo bueno que hemos heredado de él y eso, querido lector, es lo mismo que llevan haciendo los neoliberales durante tres décadas: demoler el pasado, nuestros derechos, porque dicen que no valen. Entrar en esa dinámica absurda nos lleva a estupideces como las del comienzo de este post y a perder aún más, pues no se persiguen metas reales, sólo estar ahí, apuntarse al carro, cuando no mamar de lo público. 
En el fondo, todos estos modernos son hijos de ese Romanticismo basado en lo exótico, en lo irracional, en pretendidos ideales, en falsear la Historia que acabó con la Ilustración y con la Diosa Razón. Estos hijos del Romanticismo son los que linchan en los medios y en las redes sociales, sin conocimiento alguno del asunto sobre el que tratan. 
Resulta curioso que una victoria de Richar Nixon, una derrota de los demócratas en realidad, junto con la caída del Muro de Berlín, sirvieran para acabar con la izquierda obrera y dejar todo el poder a los soviets de la Escuela de Chicago y de las escuelas de negocios, con el beneplácito, por acción y omisión, de los que deberían haber sido la izquierda.
Resulta dramático que la modernidad, felicitarse por los supuestos logros o luchar por ciertas causas, sólo sirva para generar más injusticias y para que la extrema derecha resurja. ¡Enhorabuena a todos los modernos por imponer sus ideas de una sociedad estanca, con buenos y malos por su origen y no por sus actos! 
Aunque la otra opción, la de enfrente, tampoco parece muy apropiada. Cuando la que se postula como candidata demócrata, Oprah Winfrey, resulta ser una defensora de la no vacunación de los niños, una defensora de la medicina alternativa, incluso para "tratar" cuestiones como los trastornos del espectro autista, algo falla. En el fondo la modernidad puede que sea eso, estar a la vanguardia y ser la punta de lanza de la crítica de aquello que se conocía, se callaba, aunque fuese evidente la amistad que le unía al hoy vilipendiado, cuyas añagazas eran de todo conocidos. Sabe, querido lector, nadie se acordó de aquellas chicas que se negaron a plegarse al chantaje del productor y que vieron como su sueño se truncó porque ellas querían desarrollar un trabajo sin pagar peajes. Es posible que alguna de ellas haya sentido un profundo desprecio por todo lo que vio en el televisor de la casa, que puede estar en un pueblo perdido de Indiana o de Arkansas, muy lejos de los focos y el glamour.
Por cierto, para cerrar el círculo que se inició con los comentarios sobre la nueva ley islandesa, no me resisto a volver a poner el vídeo donde explican que no existe una brecha salarial (esa realidad que le costó el puesto a un directivo de una multinacional informática por atreverse a decirlo), aunque sí existan casos de discriminación, como he escrito más arriba. Cuando el cálculo se hace por hora trabajada, no por salario mensual, los resultados son distintos por las causas que se exponen en este reportaje de La Sexta, pero a los bisnietos del Romanticismo se la sudan los datos y la razón.



 Eso sí, lo de que hombres y mujeres cada vez cobren menos y las rentas del capital sean cada vez mayores, parece importar bien poco a los modernos. 
Un saludo.

domingo, 7 de enero de 2018

DIARIO DE UN MAESTRO GRUÑÓN (7-1-2018)

Comienza un nuevo año y no he hecho propósitos de ningún tipo, al menos en lo que respecta a mi profesión. Llevo ya unos cuantos años en esto y sé que sólo existe el día a día. Tal vez por ello cada vez me parece más desacertada la idea del docente como un héroe; como también me parece un error significativo elogiar la influencia que los docentes tenemos sobre el futuro del alumno, al menos en lo referido a la formación de su personalidad. La gran mayoría de nosotros somos una circunstancia, una anécdota en la vida de los niños. 
No hace falta ser un experto para saber que existen muchas variables, demasiadas ajenas al centro escolar, que interaccionan para conformar la personalidad de los alumnos. Lo más que podemos esperar es que nuestros alumnos consideren que merece la pena cierta área del conocimiento y opten por ella cuando tengan que tomar la decisión de seguir sus estudios. Pero es bien sabido, que los docentes que han influenciado en nuestro gusto por tal o cual área del saber han sido uno o dos, de las decenas que hemos tenido. Por tanto, nuestra influencia en este sentido es mínima.
Sí he visto algún caso contrario. Las apuestas previas, las percepciones erróneas y el esfuerzo, consciente o inconsciente (efecto halo), por que esa visión se cumpla, ha llevado a alumnos a fracasar y a ser etiquetado de manera injusta.
Por otra parte, tampoco creo que seamos héroes unos tipos que hemos visto como la administración nos pisotea y, salvo el movimiento efímero de las Mareas Verdes, hemos callado y consentido. No me refiero sólo al tema de los recortes de los últimos años, también me refiero a asuntos absurdos como el de los deberes, la pérdida de autoridad y la distorsión que se ha realizado por parte de políticos, medios de comunicación y asociaciones subvencionadas de nuestro papel y de nuestro trabajo diario. Me irrita escuchar a gente, que hace siglos que no ha pisado un centro educativo, hablar sobre la necesidad de educar en tal o cual valor (que suele coincidir con el que le interesa a él y que en muchas ocasiones le da de comer). Palabras como igualdad, diversidad, respeto forman parte del manual de aquellos que quieren cambiar la Escuela y me irrita. 
La igualdad, por ejemplo, forma parte de la Escuela como elemento socializador. Los niños de tres años, cuando no antes, pasan de ser los reyes de la casa a ser uno más, con sus derechos y obligaciones. Por tanto, la igualdad se produce desde el primer momento y, por si algún iluminado aún no se ha enterado, en ese sentido no existe distinción entre niños y niñas. 
Por otra parte, los niños maman la diversidad desde bien pronto. Niños de diferentes procedencias conviven a diario sin producirse conflictos por ello,  los que no han pisado un centro educativo quieren impartir doctrina. 
Sobre el respeto no voy a hablar, porque debería meterme con aquellos que, no han pisado un aula en su vida, y creen que los docentes debemos ser colegas de los niños y no, no debemos serlos. Debemos ser respetuosos, comprensivos, pacientes, alegres en ocasiones, pero no somos sus colegas. Tenemos una serie de responsabilidades y un papel diferente al de los alumnos. Tal vez por ello nosotros nos dedicamos a enseñar y ellos tienen el deber de aprender. 
Retomando lo anterior, querido diario, si no somos capaces de plantar cara a gente que, en muchas ocasiones, nos quiere imponer un criterio sobre cosas que desconoce, ¿cómo vamos a considerar que nuestra profesión es la mejor y nosotros somos la repera?
Cada día que pasa estoy más convencido de que la nuestra es una profesión como otra cualquiera y como cualquier otra profesión, lo importante es hacerlo mejor posible. No, no creo que seamos héroes, somos unos tipos que, en su mayoría, intentan hacer las cosas lo mejor posible, lo que proporciona una satisfacción personal, que cuando se desborda nos lleva a perder el norte y bajar en nuestro rendimiento.
Por cierto, me gusta seguir sintiendo, de vez en cuando, esa satisfacción. De otra manera esta profesión no merecería la pena.
Nos vemos pronto.

martes, 2 de enero de 2018

EL HAMBRE DE LOS DEMÁS

Imagine el amable lector una vuelta atrás en las condiciones ambientales de nuestro planeta. Los bosques proliferan por doquier y la fauna crece de manera ostensible. Además, muchos de los animales domésticos dejan de vivir bajo el paraguas humano y retornan a su hábitat natural. Perros, gastos y algunos otros animales no tendrían graves problemas para conseguir su supervivencia (al menos, eso parece indicarnos la lógica). Sin embargo, otras especies, como gallinas y ovejas, tendrían muchas menos posibilidades de vivir, por su escasa capacidad o "inteligencia". Los depredadores tendrían en estos animales tan "torpes" una presa fácil. Es entonces cuando surge la pregunta: 
¿Cómo unos seres tan poco capaces para desenvolverse en la Natualeza pudieron llegar hasta el día de hoy?
La respuesta es evidente: La selección genética, que ha realizado el hombre ha través de milenios, ha convertido a esos animales, en su día salvajes, en seres mansos, más fácilmente manejables y  más productivos. 
Esto mismo se ha hecho con los vegetales que comemos, seleccionando los de mayor rendimiento.
Por tanto, en general sin saberlo, el ser humano ha procedido a una selección genética desde los albores de la Humanidad. 
En los últimos tiempos este tipo de modificaciones genéticas se está realizando de una manera mucho más acelerada y planificada hasta el último detalle. Ha aparecido una ingeniería, microingeniería, con la finalidad de dotar a los alimentos de unas cualidades que la Naturaleza no les puede conferir. Se trata de los conocidos como productos transgénicos. 
El uso de alimentos transgénicos, aunque el lector no lo sepa, resulta común en nuestra alimentación y en la de los animales, En el enlace que proporciono a continuación se incluyen un listado de alimentos que, de una u otra manera, son transgénicos:


Existen enlaces en los que se hablan de hasta veinte alimentos de este tipo, pero basta con siete para contar algo obvio: consumimos transgénicos todos los días.
La organización ecologista Greenpeace hace un listado de alimentos procesados de nuestro país. En esta lista se diferencian entre comidas procesadas que no contienen transgénicos y aquellas otras que no pueden demostrar que no contengan transgénicos. En otras palabras: hacen una lista en la que establecen sospechosos y no sospechosos de contener sustancias que han sido modificadas. La lista se puede encontrar en el siguiente enlace.


Reconozco que he consumido alguno de esos productos sospechosos y que, de manera consciente o inconsciente, lo volveré a hacer. 
Sin embargo, creo que falta alguna otra fuente de información, por ejemplo la Organización Mundial de la Salud. ¿Qué dice al respecto? En este enlace traducido se puede acceder a un resumen de lo que este organismo defiende.


Parece que difiere, de manera significativa, de lo que la asociación ecologista defiende. No se habla de peligros para la salud y sí de beneficios para personas, en especial para las más vulnerables, como veremos más adelante con un polémico ejemplo. 
Es más que posible que el lector piense que la OMS esté financiada por empresas como Bayer (que ha adquirido Monsanto hace bien poco) y que estos expertos estén untados. Como lo pueden estar los expertos, los mejores del país, de la Academia Nacional de Ciencia, Ingeniería y Medicina, organismo asesor para temas científicos de EEUU, que defienden que los transgénicos no resultan peligrosos. 


De igual los 109 galardonados con el Premio Noble que defienden que el cultivo de arroz dorado resulta vital para la población más desfavorecida, también pueden estar corrompidos.


O no. A lo mejor, organizaciones como Greenpeace, se equivocan. No resulta normal que 109 de los científicos más brillantes del planeta acusen de crímenes contra la humanidad a una organización tan reconocida. O que organizaciones como la OMS y la FAO, aboguen por la diversidad de los cultivos desde hace décadas.
Tal vez la clave esté en lo que dice el artículo que hemos leído con anterioridad. 
En primer lugar, el arroz dorado ha sido testado y mejorado durante 18 años, para adaptarse a los requerimientos de las personas, en especial niños, que carecen de vitamina A, lo que les causa ceguera, cuando no la muerte. Por tanto, si se ha demostrado su eficacia. Se estima que todos los años mueren el el Sudeste de Asia entre 250. 000 y 500.000 niños por esta causa. 
En segundo lugar, este cultivo no tiene patente, por tanto no se beneficia nadie más que quien lo planta y lo consume. Ni los investigadores ni la empresa cobrarán derechos por el cultivo de esta semilla, siempre que se dedique al cultivo humano.
En tercer lugar, hace dos días Australia y Nueva Zelanda, países que podemos llamar "serios", aprobaron su aptitud para el consumo, sin que en estos países exista un déficit de vitamina A, lo que nos indica que las diferentes organizaciones encargadas de aprobar su idoneidad dan por bueno este cultivo. 


Entonces, ¿por qué Greenpeace y otras asociaciones están contra el cultivo de transgénicos y del arroz dorado en particular? Pues no lo sé, pero sí es claro que Greenpeace se gasta mucho dinero en este tipo de campañas.
También puede ayudar leer este enlace, donde se desmotan algunas de las teorías de Greenpeace y se hace referencia a un hecho curioso: Greenpeace comercializa semillas, de las que, por cierto, tiene su patente una empresa de la que hemos hablado antes: Monsanto, que como ya se dijo ha sido adquirida de manera reciente por Bayer.
Merece la pena echar un vistazo a este enlace de uno de los mejores divulgadores científicos de este país, que igual arremete contra Greenpeace, que contra los dogmáticos católicos.


La entrada está quedando larga, por lo que no me voy a extender, abordando el tema de la agricultura ecológica: ésa que, como me decía alguien que se dedicó a ello, vendes a precio normal, hasta que te dan el certificado ecológico y luego lo vendes al triple de precio.
Sin embargo, si me gustaría acabar con un reflexión sobre esta sociedad de consumo de ricos, en la que nos pobres interesan una mierda.
Vivimos en una sociedad del postureo, donde eso que Gustavo Bueno denominó la izquierda difusa, se ha apoderado de los medios, creando unos valores basados, en muchas ocasiones en creencias y no en datos. Tal vez el mejor ejemplo sea el del vegetarianismo y el veganismo en particular, que defiende que matar animales con fines alimenticios no resulta apropiado. Pues hombre, comerse seres vivos, como lo son los vegetales que ingieren, ingerimos, en las que aún se observan respuestas ante los cambios de luz y en sus propiedades tras su recolección tampoco resulta la panacea.


Un saludo.