lunes, 9 de abril de 2018

RELACIONES, ESE MUNDO (MONÓLOGO)

El mundo de las relaciones a partir de una cierta edad se vuelve complicado, muy complicado. De hecho gente como San Agustín o Ghandi fueron tan  conscientes de ello, que durante sus últimos años pasaron de relaciones con mujeres y se dedicaron al mundo del famoseo en cuerpo y alma (sobre todo en alma). 
Lo de Ghandi se entiende: "Yo no voy contigo a ayudarte a elegir la ropa. Ya eres muy mayor". "Si quieres carne la cocinas tú". "No me pises con esos zapatos llenos de barro, que me lo pones todo perdido"... Y ahí estaba el pobre Gandhi semidesnudo, comiendo verduras y descalzo. Me imagino al pobre hombre, tan poquita cosa, pidiendo a esa mujer tener relaciones sexuales. Mejor el celibato. No hay mal que por bien no venga, de esta manera tan.... original, nació un héroe moderno.
Lo de San Agustín es la otra versión. La madre, Santa Mónica (en esa familia debía haber un gen de la santidad), regañando día sí día a no a Agustín: "¡Me vas a matar a disgustos, Agustinito!". Esa de hoy tiene más pinta de pecadora que la de antes de ayer". "A ver si sientas cabeza, porque esta es la tercera que me traes esta semana a casa y aún es martes"."Dios te dio el cerebro para pensar y el pene para procrear y tú no procreas y sólo piensas con el pene"... Y, claro, con una madre así, ocurrió lo que ocurrió: por no escucharla celibato al canto, que, además, iba acompañado de cargo eclesial. Estaba aburrido tras su cambio de vida y en un día en el que los bárbaros tenían festivo y no estaban tocando los cojones pensó  que ya que le sobraba tiempo tras el abandono del fornicio  podía escribir algo. Como no tenía muchas ganas de pensar, cogió los libros de un tal Platón e hizo un refrito con la ideología de la Iglesia. La cosa le salió bastante bien, porque sus libros fueron muy famosos en Europa durante una buena parte de la Edad Media.
Como vemos, en ocasiones, las menos, las dificultades en las relaciones generan grandes beneficios a la humanidad. Pero esto no suele ser lo normal. 
Tengo un amigo que se divorció hace tres años y hace unos meses conoció a una mujer por la que sentía algo. La mujer parecía corresponder esos sentimientos y mi amigo decía que flotaba sobre una nube. Se veían todos los días, paseaban, iban a comer o a cenar fuera, hacían excursiones de un día, echaban polvos de manera continua, como si la continuidad de la especie humana dependiese de ellos.... Lo típico cuando eres un adolescente de más de cuarenta años. 
Todo era tan ideal que decidieron irse de vacaciones unos días a la playa. Mi amigo reconoce que no se molestó cuando apenas pudo meter su pequeña maleta en el maletero de su coche. Entendía a la perfección que una mujer se lleve cuatro maletas para pasar tres días en la playa. Incluso llegó a pensar que si él hubiese nacido mujer llevaría seis maletas en vez de cuatro. Tampoco le importó que tuviese que escuchar durante todo el viaje los "Grandes Éxitos" de Luis Fonsi, siendo él fan de Metallica desde los catorce años, ni las repetidas observaciones sobre la supuesta suciedad y falta de higiene de su vehículo. Un poco más molesto se sintió cuando ella empezó a cuestionar la velocidad a la que conducía, si giraba demasiado el volante a la izquierda cuando cogía una curva hacía ese mismo lado o la inconveniencia de adelantar a dos ciclistas en una cuesta, porque podían estresarse los dos esforzados deportistas. No le incomodó en exceso porque al parar en un área de servicio, para hacer un descanso, tuviesen que sacar las cinco maletas para encontrar un neceser, donde estaban las pinzas para arrancarse un incomodo pelo que asomaba en exceso en la ceja derecha que ella se había detectado al mirarse en un espejo interior del coche. Pero cuando todo cambió fue cuando ella tuvo a bien decirle a él que la coronilla empezaba a clarear. ¡Se estaba quedando calvo!
¡Queridas mujeres! A un hombre le podéis decir lo que queráis: que está gordo, que la ropa no le combina bien  la ropa, que come como un cerdo, que no comprende a las mujeres y es un bruto; pero, pero, pero.. hay tres cosas que nunca, nunca, nunca, nunca se le debe decir: se está quedando calvo, está perdiendo pelo en la cabeza y ya no folla bien, lo que implica que está envejeciendo y, casi con total seguridad, se está quedando calvo.
Un apartado especial en el asunto de las relaciones entre adultos es el de los hombres solteros de cuarenta años o más. Existen dos tipos: el tipo Santo Tomás, del que hablamos arriba y el tipo más común: el tipo no me como una rosca ni por error.
Al tipo no me como una rosca por error su madre le suele animar a que conozca a otras mujeres, pero en su fuero interno piensa: "A ver que zorra me vas a traer a casa". Por supuesto ella lo disimula muy bien y cuando su pequeño conoce a una mujer se comporta de manera ideal: ¡Qué bonito ese color de labios! Me recuerda mucho al color del choped. O: Pareces resfriada, creo que has cogido frío con esa falda tan corta.
Pero ellos, los fieles hijos, también tienen lo suyo. Me contaron el caso de uno de esos hijos cuarentones al que una mujer le invitó a cenar en su casa. Ella hizo un menú de alta categoría y él sólo tenía un pero:  la bechamel de su madre le quedaba mejor, el caldo de su madre tenía un punto que le hacía tener un sabor increíble... A ella no le sentó muy bien la comparación, pero cuando todo se desmadró fue cuando él insinuó que ella podría hablar con su madre para que aprendiese a cocinar "como dios manda". La reacción fue instantánea: " ¡A ver, pedazo gilipollas! Soy la cocinera jefe en un restaurante con tres estrellas en la Guía Michelín, que he cerrado hoy para hacerte esta cena que cuesta doscientos euro por comensal. Vete con tu madre. La preguntas cómo se debe tratar a una mujer en una cita y, cuando lo sepas, lo intentas con otra. ¡Idiota! Y, de paso, la preguntas cómo se folla, no siendo que después de cenar metas la pata y te quedes sin el postre. Eso sí, si vas a tener un hijo pregunta a tu madre como te hicieron a ti, para no cometer el mismo error. ¡A la puta calle!
Tal vez por eso admiro a esas parejas que llevan muchos años juntos. Esas parejas en las que el otro sabe que a comido su cónyuge cuando ha debido hacerlo fuera de casa. Nada tan bonito como averiguar, por el olor de los pedos, si ha comido alubias o verdura. Nada tan bello como saber, por la expresión de la cara de ella, si vas a dormir en el sillón por decir que ha venido una compañera nueva de trabajo que está buenísima.  Nada tan hermoso como esa visita de la tía  pesada de tu mujer, que, ¡oh casualidad!, coincide con el día y la hora de la final de la Champion, que, por supuesto, te pierdes, mientras escuchas de labios de tu mujer que desde hace año nos tienes ningún detalle con ella.
La verdad que sí. Esas parejas unidas desde hace siglos resultan un ejemplo a seguir por las nuevas generaciones, que sólo piensan en tener sexo y en apps. Aunque, debo reconocerlo, en ese sentido se parecen a muchos de los separados de cuarenta años o más: todo lo que tienen es sexo virtual.
¡En fin! Las relaciones resultan algo tan complejo que es imposible describir todo lo que ocurre en ese ámbito. Lo único que tenéis que tener en cuenta es que si una relación falla siempre es culpa del otro.
Un saludo.

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