miércoles, 25 de abril de 2018

DIARIO DE UN MAESTRO GRUÑÓN (24-4-2018)

Una de las cuestiones que me llama de manera poderosa la atención, querido diario, es la facilidad que tenemos para fustigarnos, o que nos fustiguen gente ajena a esta historia de la Educación. No, no me refiero a que no existan cosas que mejorar, intuyo que muchas; si no al hecho de que "expertos" y opinadores varios transmitan la idea de que todo lo relativo a la Educación se asienta sobre un caos absoluto. Nada parece funcionar (y sin embargo, muchos de ellos han estudiado en este sistema y, a pesar de ello, han conseguido esa sabiduría para opinar) y todo se debe cambiar. 
Sin embargo, existe un alto porcentaje de alumnos que cursan estudios universitarios (yendo a trabajar a otros países, debido a su alta cualificación), el fracaso escolar se sigue reduciendo y las pruebas estandarizadas externas al sistema (midan lo que midan) nos sitúan en la mitad de la tabla, a la altura de Francia,  EEUU o Suecia.. Entonces, ¿por qué dicen que todo funciona tan mal?
Unos aluden a las pruebas estandarizadas, que nadie saben que miden en realidad y suelen poner como ejemplo de buen funcionamiento a Finlandia, que no ha dejado de descender en esas clasificaciones, aunque aún se mantenga en posiciones altas. Lo que demuestra que una parte de esa gente habla sin un conocimiento profundo del tema. De hecho, si supiesen algo del tema sabrían de tener que imitar un modelo sería el de Estonia.
Existe una parte de los critican el sistema educativo de este país lo hacen porque quieren cargarse la Educación Pública, aunque algunos de esos países, que tanto admiran por sus buenas calificaciones en PISA, como Finlandia o la citada Estonia, optan, sobre todo, por la igualdad de oportunidades, promovidas desde el Estado.
Por supuesto, querido diario, existen otros que critican la Educación en este país, porque opinan de todo, sin tener un profundo conocimiento de nada, o de casi nada... Pero a un familiar le pasa esto.
Sin embargo, ¿quién pregunta a los que estamos a pie del cañón, con mejor o peor tino, día a día? Nosotros sólo aparecemos frente a la opinión pública cuando un alumno cafre comete algún desaguisado o cuando uno de nosotros comete un error o se presenta una acción como tal. El resto de las veces poco o nada importamos. Sin embargo, somos los protagonistas de este embolado. 
Tal vez el hecho de que nadie nos consulte resulta sintomático de lo que se espera de nosotros: rellenar papeles, no dar mucha guerra a la administración pertinente, que, a su vez, nos embarca en proyectos absurdos que van a cambiar todo y no transforman nada (me viene a la mente el bilingüismo tan traído y llevado), pero quedan muy bien de cara a los votantes más crédulos.
Reconozco que toda esa reflexión viene generada por la lectura de un artículo de un medio alternativo, no recuerdo cual, en el que se hablaba de esas escuelas en las que los alumnos son los protagonistas de todo, incluido de la toma de decisiones sobre lo que se debe hacer cada día.
Uno, que se considera de izquierdas (no confundir con progre), debería sentir simpatía por estos movimientos de carácter ácrata, fundamentados en el respeto del individuo; pero no es así.
Para empezar, porque leyendo el artículo se habla de cuestiones relacionadas con la Escuela que nada tienen que ver con la realidad. Uno de los lumbreras llega a hablar de trabajos por proyectos, como la cosa más innovadora del mundo (esta idea se formuló hace casi un siglo) y "acusa" a la Escuela de no hacerlo; lo que por un lado demuestra que desconoce de lo que habla y, por otra parte, asociado a la metodología, y no a la capacidad del docente, el éxito. Cualquier persona con dos dedos de frente sabe que un buen producto depende mucho del artesano y, aunque las herramientas pueden ayudar, como el artesano sea malo...
Otros hablaban de la toma de decisiones compartidas, de la tutela por parte de los alumnos mayores (¿y quién les enseña a ellos?) y de las recomendaciones de Montessori. Pues hombre, no. Imagino que todos, o la gran mayoría de estos ácratas, muchos de ellos neorrurales con la buchaca llena, no preguntan a sus hijos sobre cómo invertir el dinero que tienen. Sin embargo, no tienen ningún problema en recabar su opinión sobre aspectos relacionados con la Educación. Curioso. Imagino que si van al médico porque el niño tiene una patología seria, también contará la opinión del peque sobre el tratamiento a seguir. "No, antibióticos no. Mejor una bolsa de Doritos".
Resulta deprimente contemplar como padres, que en su legítimo derecho, quieren transmitir unos valores a sus hijos, les privan de algo tan importante como una Educación igualitaria y comprensiva. Porque ése es el verdadero valor, que, mejor o peor, la educación intenta ser la misma para todos. Y ese es otro error que cometen ese tipo de padres: confundir una educación que intenta que todos tengan las mismas posibilidades con una educación igual para todos. Esto último también aparece en el artículo que leí, querido diario, y aluciné cuando un tipo hablaba de que todo era exactamente igual para todos. Se notaba que este teórico de la nada no había oído hablar de cosas como las adaptaciones curriculares, con una trayectoria de más de treinta años en nuestro sistema educativo o que no había asistido a, por ejemplo, reuniones de evaluación o sobre determinados chavales en concreto que presentan ciertos problemas.
De nuevo, hablar por hablar.
Pero, lo que más me indigna, como maestro que trabaja con alumnos con necesidades educativas especiales, es que en este tipo de experiencias nunca se habla de este tipo de alumnos. Puede que los haya, lo desconozco, pero parece que todo va enfocado a otro tipo de alumnos, lo cual me recuerda a la diferencia entre la Pública y la concertada.. Mientras leía este artículo pensaba en algunos alumnos con los que he trabajado, en especial en aquellos con una discapacidad derivada de plurideficiencias, y pensaba: ¿cómo atenderían las necesidades, en muchos casos básicas, de estos niños? ¿Cómo se realiza la estimulación temprana? No lo sé. Si alguien me puede ilustrar al respecto lo agradecería.
Creo, querido diario, que todos los que estamos en este barco de la Educación tenemos que mejorar, mucho probablemente, pero la solución no ha de venir de personas que tienen una visión distorsionada e imprecisa de la realidad educativa. No sólo constituye un error, también se trata de algo peligroso. Casi nadie se pondría en manos de un charlatán para intentar superar un cáncer (tal vez parte de estos tipos que abogan por un tipo alternativo de Educación sí lo harían). Si nos queremos tomar en serio la Educación de nuestros hijos, deberíamos partir de aquellos que día a día se enfrentan a tal actividad. Para ello lo primero que se deba hacer sea distinguir entre educar en valores particulares, cuestión que deben hacer los padres y transmitir conocimientos y los valores básicos que rigen la convivencia, apartado encomendado a la Escuela, les pese a liberales o a los que optan  por un modelo más cercano al anarquismo. Cuando todos, políticos incluidos, tengamos claro eso, habremos recorrido una parte del camino fundamental. Aquella en la que todo sabremos quién es quién en esta aventura de la Educación.
No me enrollo más, querido diario, que hoy me ha dado por filosofar sobre la finalidad última de lo que debe ser un sistema educativo formal y esto se puede acabar convirtiendo en una digresión sobre cuestiones tangenciales de escaso interés.
Hasta pronto, querido diario.

domingo, 22 de abril de 2018

TAN DESCONOCIDAS

Los labios amoratados y la rigidez del cuerpo delataban que aquella mujer, casi anciana, había expirado hacía unas horas. Amortajada, silenciosa, colocada casi con precisión dentro del ataúd parecía esperar, en unas horas, su último viaje, el que le llevaría a ocupar un lugar en el panteón familiar. 
Sin embargo, la otra mujer, la que se encontraba a su lado, dejaba entrever, tras la tristeza que empañaba sus ojos, un halo de vitalidad inquebrantable. La persona que la había acogido en su seno antes de venir a este mundo se encontraba frente a ella sin vida. Nunca más podrían hablar; contarse sus confidencias o reírse juntas.
Todo había sucedido sin previo aviso; sin preparación posible. Una llamada de teléfono; una pregunta de un desconocido; un par de frases para explicar lo sucedido y una condolencia enlatada. Medio minuto a lo sumo, para notificar la terrible noticia.
Recordó el momento en que la contó que le gustaba un chico de su clase, el que iba a convertirse en su primer novio. Su madre sonrió y la dio un beso en la frente, como cuando de niña estaba enferma. Tras lo cual dijo: "Ya me contarás". Y la contó mucho. Muchas cosas sobre gente, sobre lugares, sobre su trabajo. Y su madre también la contó sobre gente, sobre lugares... Entonces se dio cuenta de que había perdido a algo más que una madre. Ella también era una amiga.
Sentía un gran vacío. Un inmenso vacío, mucho más profundo que el dolor.
A pesar de ello revivió una escena en la que ambas reían. Su madre le acababa de contar los torpes intentos de un tipo para concertar una cita con ella. Cada frase resultaba más cómica que la anterior. Imaginaba que su madre, que había enviudado al poco de nacer de ella, habría tenido unos cuantos pretendientes, algunos más avispados que aquél del que le había hablado, pero sólo supo de ése y de otro, Tomás, con el que estuvo saliendo una temporada.
La miró y no la costó reconocerse, en algunas de las facciones de su cara, a sí misma. Era frecuente que las dijeran que se parecían mucho. Lo que a ella le gustaba, porque su madre siempre había sido una mujer muy atractiva. Tal vez no bella, pero sí atractiva. Incluso en ese último trance se podía constatar la belleza de su rostro.
Fruto de esa herencia a ella no le habían faltado pretendientes. Cada vez que hablaba de ello con su progenitora ambas se reían y parecían compartir esa visión optimista que impregnaba cada una de las conversaciones que mantenían. Desconocía si ese optimismo se lo había transmitido la madre mediante su forma de ser, actuar y hablar o, como ocurría con el atractivo físico, se debía a una cuestión genética; daba igual. Lo trascendente era facilidad para reír, para olvidarse de lo malo y hablar de lo bueno.
Sabía que podría seguir viviendo sin ella cerca, lo llevaba haciendo varios años, en los que la lejanía (cuatro años hacía desde que Alemania se había convertido en su hogar por cuestiones laborales), pero intuía que ese hueco que hoy se había abierto, no cerraría del todo jamás. Siempre necesitaba reír, hablar sobre lo bueno, aunque se tratase de futilidades, con ella cada vez que volvían a encontrarse. Parecía, más que una costumbre, una adicción. Sin embargo, por desgracia, no volvería a ocurrir.
A pesar de haberse trasladado a Múnich, su relación se había mantenido en los mismo términos. Sus confidencias habían permanecido siendo un ritual. Sus risas compartidas también.
Cogió la mano, fría, de su progenitora por última vez. Necesitaba despedirse de forma física de ella. En ese instante una lanzada atravesó su interior. Un dolor seco, profundo que desveló una realidad: todos los recuerdos que tenía con ella se encontraban asociados a la felicidad. Confidencias sobre sucesos divertidos, alegría, incluso carcajadas, porque siempre hablaban sobre hechos divertidos o triviales, a los que daban un sentido jocoso. Sin embargo, no recordaba ningún momento en el que una de las dos contase a otra alguna experiencia negativa o un sentimiento asociado con la tristeza. Se daba cuenta ahora de que entre ellas nunca había tragedias, ni nada que pudiese aproximarse, ni siquiera de manea remota, a la pena o a la aflicción. Ella jamás había podido hablar con su madre de sus sentimientos más hirientes. Pero su madre, su amiga, tampoco lo había hecho con ella.
En ese instante comprendió que no conocía a su madre tan bien como creía. Y también vislumbró que su madre tampoco la conocía a ella.
Tal vez por ese desconocimiento, por compartir en exclusiva aquello que no causaba dolor, y no tanto por la distancia física que suponía su vida en Alemania, fue imposible que ella anticipase que su progenitora iba a ingerir, de manera voluntaria, más de cuarenta calmantes el día anterior, para acabar con su vida. 

jueves, 19 de abril de 2018

MUNDO

Resulta absurdo pretender que todo el mundo piense como nosotros, sin embargo, parece que todo aquél que no piense como cierta gente es un fascista o un rojo peligroso. Tal vez, casi seguro, esto deba darnos que pensar. Toda la gente que aplica esos criterios lo único que persigue es destrozar la convivencia, remarcando lo más odioso, o lo que ellos consideran odioso, de los demás. 
Por supuesto, todos estos personajes no presentan opciones constructivas, a lo sumo defienden vaguedades, porque toda su fuerza reside en extender el odio hacia el diferente.


Visto lo visto, los títulos universitarios sólo sirven para quienes trabajar. Para otra gente sólo suponen un adorno, cuando no una mentira (véase los políticos que han "reformulado" su currículum vitae en estos últimos días). Lo triste del asunto es que muchos de estos que utilizan títulos falsos o conseguidos de manera fraudulenta son los que defienden ese postulado neoliberal que habla del esfuerzo y de la recompensa que llega tras el mismo. Lo alarmante es que la Universidad Pública se haya prestado a ello. Y lo bochornoso es que el Plan Bolonia haya facilitado que cualquier tipo con dinero pueda colgar un papel, que hace presumir que tiene conocimientos avanzados sobre determinada materia.


La imagen que de la Justicia tiene el común de los mortales es la de las películas americanas: siempre triunfa el bien. La realidad es bien distinta. Los jueces interpretan leyes, en ciertos casos disparatadas, haciéndolo según su criterio, en ciertas ocasiones igual de disparatado que las normas que tienen que aplicar. Esa es la realidad de la Justicia en este país, y en todos. No se trata de decidir sobre el bien o el mal, sino de un juego donde las reglas son las leyes,en las que los protagonistas pueden hacer trampas.


Existen una casta de políticos profesionales que tenían muy claro que medrar en ese mundo iba a ser su modus vivendi. Hacer de la Función Pública una carrera profesional, sin aprobar otra oposición que la del beneplácito del líder, denigra a todos aquellos que se han esforzado para aprobar su oposición o que lo intentan. Además, envilece la gestión de lo público, de lo de todos, pues no se selecciona a gente capaz, sino al colega de partido de turno. Lo de todos, la res pública, debería estar dirigido por personas competentes en sus desempeños y no por personajes oscuros, que, en algunos casos, han sido diseñados para formar parte de unas élites políticas  como Pedro Sánchez (más datos al respecto).


El ser humano siempre ha necesitado tener creencias, certezas irracionales que le permita explicar su mundo y/o acallar sus mala conciencia. En Occidente hemos pasado de creer en un dios a adorar el Mercado, o a ser animalistas, ecologistas, feministas... siendo incapaces de separar los hechos reales de las creaciones de extremistas, que siempre acaban imponiendo su criterio. La creencia acrítica es lo que lo caracteriza a los fieles de las religiones, tengan un dios o un objetivo noble. No olvidemos que tanto los dioses como las causas globales se caracterizan por buscar el bien de las personas y que cuestionar, aunque sólo sea un poco, la verdad del mensaje supone una herejía, situándose en la orilla opuesta a aquella donde reside el bien absoluto. En esa orilla se suelen situar la Ciencia y los datos objetivos, que suelen chocar con esas creencias que, por muy buena intención que tengan, acaban bebiendo de fuentes irracionales.


Hacer un referéndum para salir de una Europa neoliberal y que el neoliberalismo lo dirijan los suyos. Ganarlo, porque no quieren que nadie de fuera les gobierne. Bombardear un país situado a miles de kilómetros porque ellos si pueden decidir sobre ese lugar del mundo. Cosas absurdas que ocurren en países tan "modernos" como Gran Bretaña.


Donald Trump parece que se va a reunir con Kim Jong-un, constituyendo un paso más en la política de distensión, o eso parece, entre las dos Coreas y, por ende, con EEUU. Resulta extraño que dos tipos que parecen, al menos eso dice la prensa, dos dementes tengan la capacidad de suavizar una situación problemática que proviene de un conflicto que sucedió a mediados del siglo pasado.No parece oportuno simplificar tanto, pero, según todos los presagios estos dos fulanos estaban condenados a desencadenar la III Guerra Mundial. Por cierto, a los neoliberales que critican a Trump por su proteccionismo se les olvida siempre decir, ¡qué casualidad!, que la venta a otros países de armamento por parte del país norteamericano, sobre todo del nuevo  de quinta generación F-35 (a pesar de la gran cantidad de problemas que tienen),  viento en popa. 

domingo, 15 de abril de 2018

IDIOTARIO (XCVI)

Cien años de soledad: novela que narra los primeros meses de vida de una persona tras divorciarse.


Diálogo constructivo: conversación entre dos o más personas sobre la técnica de hacer edificios o infraestructuras.


Donante de semen: hombre que da lo que le sale de los cojones.


Estoico: jugador de fútbol, de origen búlgaro, que destacó en el Barcelona de Cruyff. La filosofía de su juego se caracterizaba por su fortaleza y dominio de sí mismo, en especial cuando había dificultades y desgracias.


Moroso: oso del Norte de África.


Terapias naturales: diferentes métodos curativos que buscan sanar a las personas mediante técnicas alternativas a las de la Medicina oficial. Se basa en la bondad de pretendidas sustancias o energías naturales, siempre a cambio de algo tan artificial como el dinero.



Ramadán: noveno mes del calendario musulmán en el que los seguidores de esta creencia practican el ayuno desde la salida a la puesta del Sol. En Occidente se hizo muy popular gracias a la pegadiza canción de Rocky Sharpe & Replays.


Sexo consentido: práctica sexual con una finalidad determinada, en el caso de ciertas religiones procrear.


Sociedad del conocimiento: lo contrario de Mujeres y hombres y viceversa.

jueves, 12 de abril de 2018

ME SÉ EQUIVOCAR

Yo soy muy listo; me sé equivocar
cuando hablo de algo.
Lo he probado ya.
Todo el día hablando... no pienso parar.

La Hoguera. Extremoduro

Si me preguntasen por las cosas que más me molestan en este mundo tengo claro que, de manera automática diría dos: la gente que no tira de la cadena cuando hace pis y esas personas que basan todo su discurso en la moralidad, sobre todo la de los demás. 
Sobre el primer aspecto no merece la pena hablar. Cierta gente no posee una mínima educación y no hay que dar más vueltas al asunto. Pero al segundo punto sí merece la pena dedicarle unas cuantas líneas. 
A nadie se le escapa que para vivir en una sociedad se necesitan unas reglas mínimas que faciliten la convivencia. Estas normas varían según las épocas, los grupos que detentan el poder.... En el Código de Hammurabi no valía lo mismo la vida de un esclavo que la de un hombre de la nobleza, al igual que los derechos de una mujer libre no eran los mismos que los de un hombre libre. Sin embargo, en nuestras época, en las sociedades occidentales no existen esclavos, al menos en teoría (recuerde el lector las mujeres obligadas a prostituirse por mafias) y los derechos de un hombre y una mujer son los mismos. Estas reglas preestablecidas evitan, al menos sobre el papel, la arbitrariedad, pues todos saben a lo que deben atenerse cuando realizan un acto que se considera inadecuado. 
Con ello se busca que prime lo colectivo, la organización social, sobre los intereses del individuo; al menos en lo que a ciertos aspectos de la organización social se refiere. Para lograr que esas normas se respeten, o se pague por no hacerlo, existen instituciones encargado de ello. Por ejemplo, en nuestra sociedad existen cuerpos policiales, jueces, fiscales... Sin embargo, además de esas organizaciones encargadas de que las sociedades funcionen de acuerdo a las normas preexistentes, existe toda una tropa que ejerce, de manera voluntaria, una labor moralista en las sociedad. Se trata de personas que dedican su tiempo y energías a recalcar lo que está o se hace bien y mal... siempre por parte de los demás.
Creo que esta definición necesita algunas precisiones.
En primer lugar su interés suele ser recalcar lo que está mal, lo bueno en los demás no parece importarles demasiado. Se convierten en azote de todo aquel que por no compartir ideas hace, dice o piensa lo que a los moralistas de turno no les convence.
Tampoco debemos olvidar que este tipo de personas igual denuncian una idea, una forma de expresarse que un acto, que, en realidad, debería ser lo único que debería ser cuestionable (en especial si vulnera las normas de esa sociedad).
No debemos olvidarnos un tercer punto importante. Los reyes de la moralidad, siempre ajena, se encargan de prejuzgar en función de principios abstractos, que no siempre se aplican a todos por igual, dependiendo de la afinidad ideológica del sujeto. Se convierten en  policías, fiscales y jueces, pero, por lo general, alentando a las masas o formando parte de ellas de manera anónima o diluyendo su responsabilidad en la multitud.
Por últimos existen dos tipos de discursos moralistas, que no son excluyentes:

  1. El de los que se dedican a fustigar a los que no piensan como ellos. Los otros lo hacen todo mal (aunque los míos hagan cosas iguales o parecidas). Se suele producir en ámbitos relacionado con la Política, en especial con la presunta dicotomía derecha/izquierda, izquierda/derecha
  2. Aquellos que tienen a bien criticar la vida privada de los demás. No se trata de formas de pensar, en este caso el asunto sobre el que se moraliza es sobre las formas de vivir o de entender la vida. Por ejemplo sobre prácticas sexuales, forma de organizar la vida en pareja, la educación de los hijos. Se trata de abordar asuntos que nada tienen que ver con vulnerar las normas establecidas, sino con la intimidad de las personas. 
Debemos reconocer que a todos nos indigna que un monarca haga tal o cual cosa con nuestro dinero, que un político y sus amigos roben dinero público o que un gran empresario defraude al fisco, se trata de actos punibles y de gente que se intenta aprovechar debido a su situación privilegiada. Estos actos deberían tener un coste, tipificado en el Código Penal (con la excepción del monarca, cuya figura es ¿inviolable?). Sin embargo, a partir de ahí: ¿quiénes somos nosotros para criticar la forma de pensar de otros? Porque, lo que hacen estos moralistas no es aportar argumentos lógicos que desmonten los del pretendido rival. Lo único que hacen estos moralistas es criticar, descalificar y linchar.
Estos moralistas, conservadores o progres (son la misma cosa), descienden intelectualmente de aquellos que acabaron con Sócrates, con Hipatia o de esos otros que quemaban libros. Constituyen ese porcentaje de personas que existe en todas las sociedades, encargadas de buscar la confrontación desde la bilis, sin importar la razón, la lógica o la consecución de una sociedad mejor para la mayoría de los que la conforman. Sólo buscan imponer sus argumentos mediante el adoctrinamiento, en muchos casos acompañado del señalamiento, la amenaza y la coacción al disidente. 
Lo curioso es que cuando rascas, esos moralistas resultan igual de imperfectos, o más, que aquellos a los que critican. Cometen los mismos "errores", o más, que ellos critican. 
Lo dramático es que se olvidan de algo: todos somos humanos, con nuestras miserias y nuestras grandezas y ya existen instituciones para juzgar a aquellos que se salen de la norma. El resto de actos, pensamientos o palabras forman parte del hecho de ser humano y de la diversa forma de ver y entender el mundo. Alguien que no respeta eso resulta muy, muy peligroso.
Un saludo.

lunes, 9 de abril de 2018

RELACIONES, ESE MUNDO (MONÓLOGO)

El mundo de las relaciones a partir de una cierta edad se vuelve complicado, muy complicado. De hecho gente como San Agustín o Ghandi fueron tan  conscientes de ello, que durante sus últimos años pasaron de relaciones con mujeres y se dedicaron al mundo del famoseo en cuerpo y alma (sobre todo en alma). 
Lo de Ghandi se entiende: "Yo no voy contigo a ayudarte a elegir la ropa. Ya eres muy mayor". "Si quieres carne la cocinas tú". "No me pises con esos zapatos llenos de barro, que me lo pones todo perdido"... Y ahí estaba el pobre Gandhi semidesnudo, comiendo verduras y descalzo. Me imagino al pobre hombre, tan poquita cosa, pidiendo a esa mujer tener relaciones sexuales. Mejor el celibato. No hay mal que por bien no venga, de esta manera tan.... original, nació un héroe moderno.
Lo de San Agustín es la otra versión. La madre, Santa Mónica (en esa familia debía haber un gen de la santidad), regañando día sí día a no a Agustín: "¡Me vas a matar a disgustos, Agustinito!". Esa de hoy tiene más pinta de pecadora que la de antes de ayer". "A ver si sientas cabeza, porque esta es la tercera que me traes esta semana a casa y aún es martes"."Dios te dio el cerebro para pensar y el pene para procrear y tú no procreas y sólo piensas con el pene"... Y, claro, con una madre así, ocurrió lo que ocurrió: por no escucharla celibato al canto, que, además, iba acompañado de cargo eclesial. Estaba aburrido tras su cambio de vida y en un día en el que los bárbaros tenían festivo y no estaban tocando los cojones pensó  que ya que le sobraba tiempo tras el abandono del fornicio  podía escribir algo. Como no tenía muchas ganas de pensar, cogió los libros de un tal Platón e hizo un refrito con la ideología de la Iglesia. La cosa le salió bastante bien, porque sus libros fueron muy famosos en Europa durante una buena parte de la Edad Media.
Como vemos, en ocasiones, las menos, las dificultades en las relaciones generan grandes beneficios a la humanidad. Pero esto no suele ser lo normal. 
Tengo un amigo que se divorció hace tres años y hace unos meses conoció a una mujer por la que sentía algo. La mujer parecía corresponder esos sentimientos y mi amigo decía que flotaba sobre una nube. Se veían todos los días, paseaban, iban a comer o a cenar fuera, hacían excursiones de un día, echaban polvos de manera continua, como si la continuidad de la especie humana dependiese de ellos.... Lo típico cuando eres un adolescente de más de cuarenta años. 
Todo era tan ideal que decidieron irse de vacaciones unos días a la playa. Mi amigo reconoce que no se molestó cuando apenas pudo meter su pequeña maleta en el maletero de su coche. Entendía a la perfección que una mujer se lleve cuatro maletas para pasar tres días en la playa. Incluso llegó a pensar que si él hubiese nacido mujer llevaría seis maletas en vez de cuatro. Tampoco le importó que tuviese que escuchar durante todo el viaje los "Grandes Éxitos" de Luis Fonsi, siendo él fan de Metallica desde los catorce años, ni las repetidas observaciones sobre la supuesta suciedad y falta de higiene de su vehículo. Un poco más molesto se sintió cuando ella empezó a cuestionar la velocidad a la que conducía, si giraba demasiado el volante a la izquierda cuando cogía una curva hacía ese mismo lado o la inconveniencia de adelantar a dos ciclistas en una cuesta, porque podían estresarse los dos esforzados deportistas. No le incomodó en exceso porque al parar en un área de servicio, para hacer un descanso, tuviesen que sacar las cinco maletas para encontrar un neceser, donde estaban las pinzas para arrancarse un incomodo pelo que asomaba en exceso en la ceja derecha que ella se había detectado al mirarse en un espejo interior del coche. Pero cuando todo cambió fue cuando ella tuvo a bien decirle a él que la coronilla empezaba a clarear. ¡Se estaba quedando calvo!
¡Queridas mujeres! A un hombre le podéis decir lo que queráis: que está gordo, que la ropa no le combina bien  la ropa, que come como un cerdo, que no comprende a las mujeres y es un bruto; pero, pero, pero.. hay tres cosas que nunca, nunca, nunca, nunca se le debe decir: se está quedando calvo, está perdiendo pelo en la cabeza y ya no folla bien, lo que implica que está envejeciendo y, casi con total seguridad, se está quedando calvo.
Un apartado especial en el asunto de las relaciones entre adultos es el de los hombres solteros de cuarenta años o más. Existen dos tipos: el tipo Santo Tomás, del que hablamos arriba y el tipo más común: el tipo no me como una rosca ni por error.
Al tipo no me como una rosca por error su madre le suele animar a que conozca a otras mujeres, pero en su fuero interno piensa: "A ver que zorra me vas a traer a casa". Por supuesto ella lo disimula muy bien y cuando su pequeño conoce a una mujer se comporta de manera ideal: ¡Qué bonito ese color de labios! Me recuerda mucho al color del choped. O: Pareces resfriada, creo que has cogido frío con esa falda tan corta.
Pero ellos, los fieles hijos, también tienen lo suyo. Me contaron el caso de uno de esos hijos cuarentones al que una mujer le invitó a cenar en su casa. Ella hizo un menú de alta categoría y él sólo tenía un pero:  la bechamel de su madre le quedaba mejor, el caldo de su madre tenía un punto que le hacía tener un sabor increíble... A ella no le sentó muy bien la comparación, pero cuando todo se desmadró fue cuando él insinuó que ella podría hablar con su madre para que aprendiese a cocinar "como dios manda". La reacción fue instantánea: " ¡A ver, pedazo gilipollas! Soy la cocinera jefe en un restaurante con tres estrellas en la Guía Michelín, que he cerrado hoy para hacerte esta cena que cuesta doscientos euro por comensal. Vete con tu madre. La preguntas cómo se debe tratar a una mujer en una cita y, cuando lo sepas, lo intentas con otra. ¡Idiota! Y, de paso, la preguntas cómo se folla, no siendo que después de cenar metas la pata y te quedes sin el postre. Eso sí, si vas a tener un hijo pregunta a tu madre como te hicieron a ti, para no cometer el mismo error. ¡A la puta calle!
Tal vez por eso admiro a esas parejas que llevan muchos años juntos. Esas parejas en las que el otro sabe que a comido su cónyuge cuando ha debido hacerlo fuera de casa. Nada tan bonito como averiguar, por el olor de los pedos, si ha comido alubias o verdura. Nada tan bello como saber, por la expresión de la cara de ella, si vas a dormir en el sillón por decir que ha venido una compañera nueva de trabajo que está buenísima.  Nada tan hermoso como esa visita de la tía  pesada de tu mujer, que, ¡oh casualidad!, coincide con el día y la hora de la final de la Champion, que, por supuesto, te pierdes, mientras escuchas de labios de tu mujer que desde hace año nos tienes ningún detalle con ella.
La verdad que sí. Esas parejas unidas desde hace siglos resultan un ejemplo a seguir por las nuevas generaciones, que sólo piensan en tener sexo y en apps. Aunque, debo reconocerlo, en ese sentido se parecen a muchos de los separados de cuarenta años o más: todo lo que tienen es sexo virtual.
¡En fin! Las relaciones resultan algo tan complejo que es imposible describir todo lo que ocurre en ese ámbito. Lo único que tenéis que tener en cuenta es que si una relación falla siempre es culpa del otro.
Un saludo.

jueves, 5 de abril de 2018

DIARIO DE UN MAESTRO GRUÑÓN (4-4-2018)

¡Querido diario!, no sé si debe a la vuelta al trabajo tras este pequeño período de descanso, a mi edad o este inicio de primavera tan primaveral, pero ando algo desencantado con ciertas cosas. Creo que nos encontramos navegando en un mar conceptual, que sólo es eso: palabras. Pero, para salir de dudas, te voy contando lo que me preocupa y vamos viendo
En los últimos tiempos se ha puesto de moda, muy de moda, un cuento sobre un bicho multicolor que sirve para que los más pequeños tengan conciencia de como se sienten, de sus emociones. Cuando hace tiempo vi trabajar este aspecto en un aula de Educación Infantil me sorprendió. No tenía ni buena ni mala opinión. Al año siguiente asistí a como se trabajaba en otro aula y ahí no pude evitar tener la sensación, el sentimiento, de que se trataba de un artificio. Esta impresión se acentuó cuando alguien recomendó seguir trabajando este cuento para atajar una situación en el aula, que tenía bastante más que ver con modelos de conductas apropiados y autoestima que con localizar sentimientos. La necesidad real era dotar al alumno, de pocos años,de estrategias adecuadas, utilizando en un principio sus propias conductas, pero enfocadas de otra manera. Por suerte, se olvidó al bicho policromo y se tomaron decisiones más ajustadas a las necesidades particulares del alumno.
Hablé después con varias personas al respecto y las opiniones pueden definirse como variadas. Desde quien defendía su utilidad, hasta quien lo veía como algo snob. Sin duda lo que más me llamó la atención fue la respuesta de una neuróloga cuando la planteé el asunto. Más o menos su mensaje venía a decir que un bebé con dos semanas de vida es capaz de reconocer emociones en otras personas. Parece que la ciencia demuestra que eso, cuando nos va algo en ello, ya sabemos hacerlo de serie.
Esta respuesta sirvió para confirmar lo que intuía: creo que, en ocasiones, nos quedamos con lo estético y nos olvidamos de lo fundamental. Vamos a ver por qué, querido diario.
Parece obvio que identificar las emociones, aunque sólo sean seis, debe servir como trampolín para trabajar sobre el control de las mismas. Pero...¿Cuántos docentes tenemos preparación para ello? Yo no. Además, ¿no parece un poco abusivo pedir a un ser que cree que un ratón le pone regalos debajo de la almohada cuando se le cae un diente, que sea capaz de identificar sus emociones (a veces entremezcladas) para empezar a manejarlas? Los psicólogos se forran con adultos que tienen problemas para gestionarlas y ¿creemos que vamos a conseguir que pequeñajos, seguidores de Poco, sean capaces de reconocerlas en cualquier momento y controlarlas? En algún sitio se nos ha ido la pinza.
Desde mi punto de vista lo que debemos hacer es dotar de estrategias correctas a esos niños, en especial a los que tienen más problemas, para abordar las dificultades. Pautas claras, con una tutela del adulto para conseguir que el pequeño lo lleve a cabo de manera correcta, adaptadas a las necesidades de la edad y de los diferentes alumnos y casuísticas. Esto contribuirá a una mejor interacción con sus iguales, con los adultos y, sobre todo, a elevar la autoestima de los creyentes en el Ratoncito Pérez.
Lo de la Inteligencia Emocional suena muy bien, pero...
Como ves, querido diario, estoy un poco desencantado, desengañado o igual de gruñón que siempre. Vete tú a saber. De hecho, lo que te voy a contar a continuación tiene también que ver con ese escepticismo que me invade cuando escribo estas líneas.
Escucho a gente, que poco o nada tiene que ver con el día a día de la Educación, llenarse la boca con la palabra diversidad y con  la necesidad de la atención a la diversidad, como si eso no ocurriera cada jornada lectiva. La diversidad en las aulas está ahí, lo queramos o no. Y no se trata de una diversidad fundamentada en exclusiva en el color de piel, el credo o la etnia. La diversidad se basa en cuestiones que tienen que ver con el ritmo de aprendizaje, la forma de aprender, la capacidad intelectual, la implicación de la familia...Cada alumno es distinto al otro y no necesariamente un alumno de ascendencia marroquí o china tiene que tener más dificultades para adquirir los contenidos que uno de familia española de toda la vida. Es evidente que la inmigración que hubo en la época anterior a la crisis supuso un reto, en especial para los centros públicos, donde fueron escolarizados la mayoría de alumnos extranjeros, pero, eso no nos debe hacer olvidar que cada alumnos, venga de donde venga, es diferente.
Intuyo que para un número determinado de gente la atención a la diversidad se centra en lo que ellos llaman minorías, pero, en mi modesta opinión, en un centro educativo no debe haber minorías; sólo debe haber respuestas educativas a las necesidades educativas. Tal vez ese sea el mensaje que deberíamos transmitir y, también tal vez, cierta gente dejaría de meterse en lo que no debe y aprendería de los que se baten el cobre día a día con ese niño apellidado Pérez, que no aprende o con esa niña apellidada García, cuya higiene no es la más adecuada. O con esa niña llamada Fátima que su familia no quiere que siga estudiando cuando cumpla los dieciséis, porque ha pensado casarla con un familiar al que no conoce y que vive a miles de kilómetros.
Lo siento, querido diario, resulto deprimente. Lo reconozco. Pero, me gustaría acabar con algo positivo.
Creo que en esta historia de la Educación hay mucho que mejorar, entre otras cosas el reconocimiento a los que se dedican de manera profesional a enseñar, pero me siento orgulloso de que en este país el analfabetismo empiece a ser un recuerdo de una época negra y lejana. Me siento orgulloso de que todos y cada uno de los niños que viven aquí tengan el derecho, y la obligación, de recibir una Educación que, en lo fundamental, es igual para todos. Me siento orgulloso de que todos tengan, al menos sobre el papel, las mismas oportunidades para formarse. Y eso, como escribí hace tiempo, debería llenarnos de orgullo a todos.
Como ves, querido diario, al final he sido capaz de escribir algo positivo. Ni yo mismo creía que poderlo hacer cuando abordé esta reflexión. Para no estropearlo voy a finalizar aquí.

Hasta pronto.

domingo, 1 de abril de 2018

LA PERSPECTIVA (RELATOS CORTOS)

Salió de casa enfadado. La enésima discusión con su padre. El  paso del tiempo, la vejez, le había agriado el carácter, aún más. Se detuvo tras bajar el primer tramo de escaleras. Volvió sobre sus pasos. Abrió la puerta. Buscó a su padre y le dio un beso, antes de despedirse hasta la próxima visita. Desde hace un tiempo, pensaba que cada una de esas visitas, espaciadas en el tiempo, debido a los más de trescientos kilómetros de distancia que los separaban en el día a día, podía ser la última en que viese a su progenitor con vida y no deseaba que azotara su memoria que el último contacto con su padre vivo hubiese sido una discusión.





Se asustó ante la facilidad que tenía en los últimos tiempos para enamorarse y desenamorarse. La pregunta que surgió de manera inevitable fue: ¿Volvería a encontrar a alguien de quién enamorarse sin condiciones?


Se asustó ante la facilidad que tenía en los últimos tiempos para enamorarse y desenamorarse. La pregunta que surgió de manera inevitable fue: ¿Alguna vez había estado enamorado de verdad?


Se asustó ante la facilidad que tenía en los últimos tiempos para enamorarse y desenamorarse. La pregunta que surgió de manera inevitable fue: ¿Tanto le asustaba la soledad?


Se asustó ante la facilidad que tenía en los últimos tiempos para enamorarse y desenamorarse. La pregunta que surgió de manera inevitable fue: ¿Tenía necesidad de enamorarse de alguien?





De vez en cuando iba al cementerio a recordarla. Ponía una flor viva o varias de plástico para reponer las que se ajaban con el viento, el agua o el sol. Nunca mostró una afición a moverse entre tumbas ni a recordar a los muertos con flores, pero en los últimos tiempos eso había cambiado. Incluso había encontrado cierto placer en componer macetas con flores de plástico de diversos colores y formas, que simulaban a las reales. Cuando terminaba sus composiciones florales siempre sobraban varias. En un principio acababan en uno de los contenedores del recinto sacrosanto, pero un día tuvo una idea que, a partir de ese momento, puso siempre en práctica. Cerca de la sepultura que el visitaba había otras sin tanto boato. Una cruz constituía el único recordatorio de que alguien había existido en algún momento no muy lejano. Con un par de excepciones jamás había nada que hiciese pensar que alguien se acordaba de quienes allí estaban enterrados, entonces él decidió, de manera aleatoria, que esas flores sobrantes acabasen sobre uno de esos nichos. Ese pequeño acto, sabía que absurdo, le proporcionaba la impresión de que contribuía a que el olvido que sufría esa persona se detuviese durante un corto espacio de tiempo.





Sujetaba su fusil de asalto, apuntando al solitario hombre cuya figura rompía el blanco de la pared situada a escasos centímetros de su espalda. Escuchó la orden: ¡Fuego! y, cerrando los ojos, disparó hacia aquel cuerpo maniatado, aún vivo.


Sujetaba su fusil de asalto, apuntando al solitario hombre cuya figura rompía el blanco de la pares situada a escasos centímetros de su espalda. Escuchó la orden: ¡Fuego! y, cerrando los ojos, desvió la bocacha de su arma lo suficiente para saber que él no sería quien acabará con la vida del condenado.


Sujetaba su fusil de asalto, apuntando al solitario hombre cuya figura rompía el blanco de la pared situada a escasos centímetros de su espalda. Escuchó la orden: ¡Fuego! Disparó con la esperanza de ser él quien acabase con la vida de ese miembro del ejército enemigo, que había acabado con la vida de tantos seres queridos. 


Sujetaba su fusil de asalto, apuntando al solitario hombre cuya figura rompía el blanco de la pared situada a escasos centímetro de su espalda. Escuchó la orden: ¡Fuego! Disparó y, acto seguido, pensó que había perdido de la cuenta, hacía ya unos meses, de cuantos hombres había matado durante ese conflicto. 






En el instante que cogió, con la torpeza del padre novel,  por primera vez a su hijo recién nacido comprendió que las palabras resultan innecesarias e insuficientes para ciertas cosas.





Cuando todo acabó entre ellos, él lloró durante días.

Cuando todo acabó entre ellos, él se sintió liberado.

Cuando todo acabó entre ellos, él ya pudo dedicar todo su tiempo a la mujer a la que de verdad amaba.

Cuando todo acabó entre ellos, él sintió que aún la seguía amando.